Como si Asunción careciera de su máxima autoridad, el intendente Mario Ferreiro no dio la cara durante la jornada del caos causado en el tránsito por los prepotentes taxistas de Asunción. Ni siquiera lo hizo cuando intentaron asaltar el edificio de la Municipalidad. El muy timorato e irresponsable se ocultó durante toda la mañana, como si los graves sucesos no le incumbieran. No defendió el derecho a la libre circulación ni cumplió con su deber de precautelar un bien municipal amenazado. Incurrió en una dejación de las funciones propias del cargo que tan mal ejerce. Recién en horas de la siesta se hizo sentir mediante un tuit, lamentando “los hechos violentos”, diciendo que se habría asistido a varios heridos e informando que esperaba el tratamiento del tema en la Junta Municipal y en el Congreso, “para encontrar una solución a este conflicto nacional”. El conflicto es sobre todo asunceno, de modo que hace mal el intendente en tratar de esquivar el cuerpo trasladando la cuestión a todo el país.
Lo ocurrido anteayer en la capital fue de su competencia, y una vez más exhibió su desidia, la misma que está revelando tras la bajante del río: la Avenida Costanera está hecha poco menos que un basural, como si los contribuyentes no tributaran para que la ciudad esté limpia. No se trata solo de una cuestión de estética, sino también –y sobre todo– de una de salud pública. Pero a nuestro intendente no parece preocuparle. Se diría que es partidario de “dejar hacer, dejar pasar”, como si los problemas pudieran solucionarse por sí solos. Permitió que los damnificados por la inundación ocuparan plazas céntricas, impulsado también por su marcada tendencia populista, pero es incapaz de avanzar con obras que interesan a la población día a día, como las del Mercado N° 4 y la Terminal de Ómnibus. Es tan negligente que la Intendencia a su cargo difundió hace poco en su sitio web datos muy personales de los contribuyentes, sin necesidad alguna. Que las calles y avenidas estén llenas de baches y que la basura no sea recogida, son también un resultado directo de su deplorable “estilo de gobierno”.
Las veces que su administración se propuso encarar iniciativas importantes, no siempre fueron acertadas, sino todo lo contrario: los resultados constituyeron sendos despropósitos sin que se le ocurriera revertirlos. Su silencio no resulta extraño, pues, de hecho, nuestras autoridades acostumbran crear hechos consumados, contra la ley y el buen sentido, muchas veces con enormes pérdidas para las arcas fiscales o municipales. Como el tiempo y nuevos graves hechos diarios van dejando en el olvido los viejos, sus responsables pueden dormir tranquilos, generalmente con abundantes recursos malhabidos en esos “emprendimientos”.
Haciéndose orondamente los desentendidos, pasa el tiempo y no hay rendición de cuentas alguna. Así actuó el exministro de Obras Públicas y Comunicaciones Ramón Jiménez Gaona con respecto al fallido metrobús, y lo mismo hace el intendente con respecto a los ilícitos y antiestéticos puestos de comidas de la Avenida Quinta, así como a la inútil “bicisenda” de la calle Iturbe. Estos costosos disparates, que mucho afectan a los vecinos y a los automovilistas, fueron objetados desde un principio por los entendidos y por la ciudadanía en general. Pero la Municipalidad siguió adelante, sin importarle en absoluto las fundadas críticas, quizá porque esas obras iban a suponer una rica fuente de ingresos irregulares para ciertos implicados.
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En el caso de la Avenida Quinta, aparte de que se violó el art. 134 de la Ley Orgánica Municipal (LOM), que prohíbe concesionar a particulares los espacios destinados a plazas, calles y avenidas, las 16 “casillas del mbarete”, erigidas a un costo de 2.778 millones de guaraníes para ser arrendadas por 1.200.000 guaraníes, habrían servido para que ciertos funcionarios hagan buenos negocios, según audios que tuvieron estado público. Se supo que el arquitecto Antonio Coscia –director de Planeamiento Urbano– le contó a un interesado en alquilar uno de los adefesios que él era “el dueño del proyecto”, según Ferreiro, y que le pidió que se callara “porque si esto sale a la luz...”. Coscia le habría pedido a su interlocutor 20 millones de guaraníes para lograr lo que pretendía, pese a no estar incluido en el censo. Por su parte, el director de Vigilancia Municipal, Julio Duarte, le informó a otro que se le iba a dar el “tema”, aunque él ignoraba cómo se lo “cerró”; eso sí, le aseguró que “no va a ser gratis”, pues le dijeron que “iban a ganar algo”.
La Intendencia presentó en este caso una denuncia penal ¡contra “personas innominadas”! por los hechos punibles tratados en los audios, con interlocutores perfectamente identificables. El intendente insinuó que todo fue un montaje de ABC Color y sus plataformas, para lograr rating. Se ignoran el desenlace de la denuncia y el destino de los funcionarios citados, pero se sabe que allí siguen los armatostes, pese a la nulidad absoluta de la ordenanza municipal que dispuso concesionarlos.
En cuanto a la ciclovía, que costó la friolera de 1.200 millones de guaraníes, no es utilizada por casi nadie y dificulta el tránsito y el estacionamiento. Pero ¿a quién le interesa esto en la Municipalidad? Hasta hoy, Ferreiro no ha creído oportuno dar explicaciones sobre el colosal derroche, que también pudo haber tenido un componente de corrupción. Otro hecho, por ahora, consumado.
Todo esto, sin olvidar que, bajo su administración, la Municipalidad fue condenada a pagar 3,6 millones de dólares a la firma Ivesur porque su entonces asesor jurídico, Enrique García, no apeló el fallo correspondiente. Si bien Ivesur renunció a cobrar dicho monto, a cambio de continuar realizando el servicio de Inspección Técnica Vehicular, quien viene ahora a la carga es el ministro del Interior, Juan Ernesto Villamayor, reclamando a la Comuna el pago de 4.000 millones de guaraníes, como abogado de dicha firma en el caso mencionado.
En síntesis, Asunción es como una ciudad a la deriva, donde existe un vacío de gobierno. No resulta arriesgado suponer que los asuncenos no volverán a ser tan ingenuos en 2020, si este intendente se atreve a postularse de nuevo tras una gestión tan desastrosa.