Los inteligentes debemos ser nosotros

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Hoy comenzamos a transitar todos juntos una nueva etapa, una desescalada del confinamiento impuesto ya en marzo, a la que el Gobierno ha bautizado “cuarentena inteligente”. Es una movida sumamente necesaria, ya que el confinamiento riguroso, a la vez que nos protegió de una expansión masiva del coronavirus, causó un tendal de cierres de comercios y empresas y arrasó con los puestos de trabajo de miles de personas, además de dejar paralizados los sistemas de justicia y de educación, así como la atención sanitaria de casos que no tuvieran que ver con la pandemia. Y hoy, y los siguientes días, nos ponemos nuevamente a prueba como sociedad capaz de comprender el concepto del bien común, una sociedad civilizada, consciente y en perfecto entendimiento de que formamos parte de un ecosistema donde nadie se salva solo y donde cada acción cuenta. En este momento, los inteligentes debemos ser nosotros y aceptar que las puertas no se abren para que salgamos en tropel a intentar recuperar lo que algunos consideran “tiempo perdido” y que, muy por el contrario, otros ven como tiempo ganado al covid-19.

Hoy comenzamos a transitar todos juntos una nueva etapa, una desescalada del confinamiento impuesto ya en marzo, a la que el gobierno ha bautizado “cuarentena inteligente”, que a su vez se divide en –hasta ahora– cuatro fases. Es una movida sumamente necesaria, ya que el confinamiento riguroso, a la vez que nos protegió de una expansión masiva del coronavirus, causó un tendal de cierres de comercios y empresas y arrasó con los puestos de trabajo de miles de personas, además de dejar paralizados los sistemas de justicia y de educación, así como la atención sanitaria de casos que no tuvieran que ver con la pandemia.

Y hoy, y los siguientes días, nos ponemos nuevamente a prueba como sociedad capaz de comprender el concepto del bien común, una sociedad civilizada, consciente y en perfecto entendimiento de que formamos parte de un ecosistema donde nadie se salva solo y donde cada acción cuenta. En este momento, los inteligentes debemos ser nosotros y aceptar que las puertas no se abren para que salgamos en tropel a intentar recuperar lo que algunos consideran “tiempo perdido” y que, muy por el contrario, otros ven como tiempo ganado al covid-19. Muchos también lo ven como tiempo ganado para la introspección, para rehabitar el hogar y compartir con la familia, algo que en la vorágine prepandemia se podía considerar un lujo y un privilegio.

En otras palabras, el calendario no retrocede al 10 de marzo, el día que comenzó el aislamiento y no volvemos a esa “normalidad”, un statu quo que por cierto ya estaba muy cuestionado por injusto y desigual. La “nueva normalidad” será muy diferente y, para que siga funcionando como una barrera contra la pandemia, debe ser vivida con un alto grado de compromiso por todos, de modo que no haya resquicios para que se cuele el virus. Esto significa que cada persona se informe profusamente en fuentes oficiales y medios de comunicación sobre la forma en que se desarrolla cada etapa, cómo le atañe en particular y que siga las instrucciones con rigor, porque son quienes se creen muy vivos los que pueden derrumbar ese perímetro de seguridad que supimos construir con nuestro sacrificio comunitario.

Todavía no llegó el tiempo de los abrazos, del reencuentro con amigos, de las rondas de tereré. Nada de eso cambió. Hasta el 25 de mayo, cuando termina esta primera fase, son aún muchas las restricciones que rigen para la gran mayoría y que solo se irán levantando paulatinamente, fase a fase y según el curso que tomen los acontecimientos. Lo más importante es que quienes pueden salir extremen, aunque agoten, los cuidados. Por mucho que suene trillado, no nos cansaremos de decirlo: hay que lavarse constantemente las manos con detalle, evitar tocarse la cara, usar barbijo, guardar una distancia mínima entre personas, desinfectar las superficies, aceptar la toma de temperatura antes de ingresar a un recinto y más que nada evitar toda salida y contacto innecesario. Todo esto debe repetirse hasta el hartazgo, hasta que lo incorporemos como hábitos cotidianos y no concibamos otro medio de hacer las cosas.

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Esto no significa paralizar la actividad al 100%, sino todo lo contrario. Impelidos por la necesidad de reactivar la economía en debacle, muchos países están desarrollando su propia fórmula para reducir el impacto del covid-19 en este plano. Las medidas que se aplican aquí de manera experimental implican aún mucho sacrificio y ponen a prueba la creatividad de parte de trabajadores, empresarios y comerciantes de todos los tamaños. La clave está en extremar los cuidados a la par que se incentiva el consumo de bienes y servicios que permiten mantener vivos los empleos y el movimiento comercial, sin exponer a trabajadores ni clientes. Para esto el comercio electrónico y la posibilidad del teletrabajo son grandes aliados.

En los últimos días de la “cuarentena estricta” ya se pudo notar un gran relajamiento de muchas personas. Movidos por la necesidad o tal vez por el hartazgo, muchos salieron de sus hogares, sin que se notara ya un control intenso. En realidad, que haya o no retenes de policías y militares no debería importar si prevalece el sentido de responsabilidad personal.

Pero si los ciudadanos de a pie debemos actuar con inteligencia, a los gobernantes y funcionarios les exigimos también estar a la altura de las circunstancias y no aprovecharse de la situación. Las dudosas compras que ha realizado el Ministerio de Salud de insumos caros y de mala calidad fueron una trompada feroz en la cara de los millones que quedan en casa, porque había que hacerlo, a la espera de que los hospitales y el personal de salud contaran con los insumos necesarios. Esas adquisiciones son una verdadera traición a la patria, una espina en el corazón de los que nos recluimos, por la que aún falta rendir cuentas y que no se debe dejar pasar bajo ningún concepto.

Es muy importante también que, por ahora, las fronteras continúen cerradas para el tránsito de personas todo el tiempo que sea necesario. Prueba de ello es lo que ocurrió el viernes último, con la confirmación en un solo día de 67 casos positivos de coronavirus, 63 de ellos provenientes de Brasil. Si existen militares que permiten el paso, como está bajo sospecha gracias a una filmación de la TV brasileña, estos también deben ser juzgados y castigados como corresponde.

Para que la población siga cumpliendo con las medidas que impone el Gobierno, este también debe demostrar que actuará firmemente y sin contemplaciones con quienes en sus filas se permitan continuar alegremente con prácticas ilegales. Además, por supuesto, debe extremar las medidas de austeridad dentro de sus instituciones, porque no se puede tolerar que mientras los ciudadanos ofrendan desde su salud mental hasta sus posesiones, pasando por la libertad de sus mayores y la educación de sus hijos, haya quienes aún lucran y se aprovechan.

Volvamos paulatinamente a la actividad, con los máximos recaudos. Privilegiemos el consumo de los productos nacionales, permitamos que los comercios locales se reactiven. Seamos vigilantes de la cosa pública. Cuidémonos y cuidemos a los nuestros, como una manera de cuidarnos a todos. Eso será lo inteligente.