Tras el escándalo relativo a la pasarela metálica presuntamente sobrefacturada, construida por la firma Engineering SA, de Juan Andrés Campos Cervera, amigo de Jorge López Moreira, hermano de la esposa del Presidente de la República, Silvana López Moreira, el ministro de Obras Públicas y Comunicaciones, Arnoldo Wiens, realizó una bochornosa conferencia de prensa, en la que apeló a una revista y mencionó al Papa. La convocatoria solo sirvió para reforzar las serias sospechas que pesan sobre la licitación pública y, por ende, el parecer de que debe abandonar el cargo cuanto antes porque no se puede ser tan chapucero en un ministerio tan importante, hasta el punto de ser incapaz de dar explicaciones que al menos no sean disparatadas.
El jefe del MOPC empezó por justificar el sobreprecio de 2,1 millones de dólares, al cabo de dos ampliaciones, con el simple argumento de que sirvieron como cálculo estimativo datos publicados por la revista Costos, lo que significa que sus funcionarios no realizaron ninguna investigación previa de mercado. Ahora se estaría “revisando eso también”, o sea que, luego de haberse abonado el 72% de la citada suma, ya no está muy seguro de la seriedad del dato que consignó en el anteproyecto de presupuesto que presentó al Ministerio de Hacienda, que no lo objetó de entrada, lo mismo que la Comisión Bicameral de Presupuesto y el Congreso. Que hayan fallado los filtros no exime de culpa a Wiens, cuyos funcionarios podrían haber tenido en cuenta antecedentes similares, como el referido por el presidente del Centro Paraguayo de Ingenieros, Amílcar Troche, quien –por encargo del propio MOPC– levantó una pasarela metálica a un costo inferior a los 500.000 dólares.
El precio de referencia bien pudo haber sido conocido por el empresario amigo, pese a que debía tener un carácter reservado hasta la adjudicación del contrato. Es probable, a su vez, que la ministerial Unidad Operativa de Contratación haya sabido que la firma que, entre otras muchas cosas, provee de insumos al Instituto de Previsión Social, refacciona el Palacio de López y vende equipos a la Industria Nacional del Cemento, contaba con una “guillotina” de especiales características que le permitirían ser el único oferente, al figurar ellas entre las especificaciones técnicas del pliego de bases y condiciones. Es que el dueño de la empresa agraciada frecuentaba el MOPC en compañía del influyente cuñadazo, puede pensarse que para intercambiar informaciones más o menos confidenciales. Sobre el punto, el ministro dijo cuanto sigue: “Qué hacía (...) acá, sinceramente no sé; desconozco totalmente qué hacía o de qué conversaron: eso hay que preguntarles a él y a los que estuvieron en esa reunión (...) Que se haga la trazabilidad de los celulares”. No hace falta ir tan lejos ni mucho menos, pues, si está realmente interesado en dilucidar la nauseabunda cuestión, bastaría con que el ministro formule la pregunta a los subordinados suyos que atendieron al dúo, quizá por su notable ascendiente en las esferas gubernativas. Es presumible que uno de ellos haya sido el viceministro de Obras Públicas, Ignacio Gómez, miembro del comité evaluador que sugirió la adjudicación del contrato y, no obstante, flamante interventor de la Dirección que se ocupó del sospechoso proceso licitatorio, lo que significa que se juzgará a sí mismo, con el previsible resultado.
Arnoldo Wiens se lavó las manos en la Dirección Nacional de Contrataciones Públicas, que todo lo habría aprobado. No está nada bien que un pastor religioso imite la actitud de Poncio Pilatos para eludir responsabilidades. Dijo además que “ni si viene el Papa a pedirme que cambie este aspecto en tal licitación, para que fulano o mengano sea beneficiado, yo no autorizo eso...”. En verdad, no le debería preocupar lo que pida el pontífice, pues él profesa otro credo.
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En verdad, nada de esto interesa. En todo caso, lo que parece claro es que debe asumir la responsabilidad política que le corresponde por haber avalado un procedimiento posiblemente irregular, concebido a la medida de un interesado y en grave perjuicio de los contribuyentes. Puede que sea una buena persona, pero resulta indudable que es un pésimo ministro y un ridículo comunicador: en la mejor hipótesis, no sabe lo que se cocina en su casa y es incapaz de salir del paso con cierta altura, así que lo que debería hacer es irse, por propia iniciativa, si tiene algún resto de decoro.
En el MOPC se habría amañado una licitación pública para que durante la pandemia se construya un elefante blanco a un precio excesivo, en grave perjuicio de los potenciales oferentes y del erario, es decir, de quienes pagan sus impuestos. Habrá que ver si el susodicho se entera de que el mal chiste salió muy caro y de que Campos Cervera y López Moreira no visitaron su ministerio para hablar de bueyes perdidos, sino probablemente de asuntos particulares, contrarios al interés general.
Es increíble cómo el presidente Abdo Benítez se empeña en seguir manteniendo en sus cargos a figuras que a estas alturas ya están muy gastadas, lo que hace que su Gobierno se debilite cada vez más y que su eslogan de “caiga quien caiga” solo mueva a risa y burlas.