La iniciativa para la construcción provino de la entonces intendente municipal, María Teresa Matiauda, prima hermana de Alfredo Stroessner y conocida en la comunidad como “Maruca”. Había observado la necesidad de contar con un centro asistencial especializado en niños por las dificultades que tenían para su atención en el Hospital Regional de Encarnación.
Usando sus influencias en el gobierno central, la intendente logró la ayuda económica de importantes personajes del gobierno de entonces y de algunos ministerios, como de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC), para la construcción del hospital. En agradecimiento a su “mentor”, propuso el nombre de su madre para el hospital. Tras la caída de la dictadura, la denominación del hospital y el busto que se encontraba en el local “desaparecieron” discretamente.
Pese a este importante “oxígeno” económico recibido, la puesta en marcha del hospital no fue fácil. Según recuerda del doctor Lázaro Damús, uno de sus primeros directores, había comisiones de damas de apoyo al hospital que organizaban “polladas” para recaudar fondos.
Un aporte del gobierno del Japón, a través del JICA, fue determinante para dotar al hospital con los más modernos equipos médicos de la época.
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