Washington y Teherán rompieron relaciones en 1979 tras el triunfo de la Revolución Islámica.
La puerta a una eventual reunión entre Trump y Rohaní la había abierto minutos antes el francés Macron al afirmar que “se dan las condiciones” para que se produzca ese encuentro y que espera que se pueda cerrar “en las próximas semanas”.
Esto se debe, a su juicio, a que se ha producido un cambio relevante en la postura de Teherán, después de que Rohaní dijese en la mañana de ayer que dialogará con cualquier país si eso beneficia a Irán.
El trasiego diplomático del fin de semana en Biarritz, con la visita sorpresa el domingo del canciller iraní, Mohamad Yavad Zarif, para reunirse con Macron al margen de la cumbre del G7, sentó las bases de un acercamiento que contó siempre con el conocimiento de Trump.
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Pero lo cierto es que EE.UU. e Irán parecen más cerca que antes, después de que Washington abandonase el año pasado el acuerdo nuclear alcanzado en 2015 y de que Teherán retomase las actividades de enriquecimiento de uranio por encima del límite permitido.
El G7 convino en que cualquier negociación debe ir buscar evitar que Irán se haga con el arma nuclear y a garantizar la estabilidad en la región. Pero las condiciones que expuso Trump van más allá: cualquier nuevo acuerdo nuclear debería abarcar un marco temporal mucho más amplio y evitar que, además de la bomba atómica, Irán tampoco pueda desarrollar misiles balísticos.