A las puertas de la Basílica, los fieles llenaban la explanada para ir entrando al lugar de culto, mientras se escuchaba desde unos altavoces cantos de Navidad en árabe.
Todos desean pasar unos segundos en el lugar señalado del nacimiento de Jesús, una pequeña gruta a la que se accede por una angosta escalera, situada tras el altar de la iglesia.
Ola ha venido desde Nigeria y está emocionada de pasar la Navidad en un lugar tan especial. Ante ella desfilan varias decenas de niños vestidos de azul, amarillo y blanco, tocando gaitas y tambores.
“¡Qué ambiente tan bonito!”, dice, por su parte Jeanine, que ha llegado desde Francia.
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“Estoy tan emocionada de estar aquí hoy, es maravilloso”, suspira Germana, italiana, que ha venido de Nápoles con su marido y sus dos hijos.
Pierbattista Pizzaballa, administrador apostólico del patriarcado latino de Jerusalén, llegó al final de la mañana a Belén, donde celebró la Misa del Gallo en la iglesia de Santa Catalina, contigua a la Basílica de la Natividad.
El máximo representante de la Iglesia Católica en Tierra Santa caminó desde Jerusalén hasta la ciudad de Belén, en el tradicional peregrinaje de Nochebuena que celebraron miles de fieles al ritmo de tambores y gaitas.
Este año, los fieles pueden contemplar además una pequeña reliquia que acaba de retornar a Belén desde el Vaticano: un fragmento de lo que se cree fue el pesebre de Jesús que no estaba en Tierra Santa desde hacía más de 1.300 años.
Esta estructura de madera salió de Tierra Santa en torno al año 640.
