Sin entrar en el tema político y de las directivas de la OMS y multinacionales farmacéuticas, lo bueno dentro de la desgracia es que la mayor parte de las enfermedades que sufren los paraguayos se curan o previenen con buena alimentación y ejercicios, algo que debería ser tan obligatorio como ir a la escuela o trabajar, sin embargo, queda muy librado a la flaca voluntad de las personas. Siendo que el no cuidarse en 10 años multiplicará las muertes, deja de ser algo tan personal.
La salud pública depende en primer lugar del deseo y la educación de la persona para vivir bien, bien en el sentido estricto de la palabra.
El ministro de Salud acaba de pedir que, a modo de prevención por las enfermedades infecciosas, no se comparta mate ni tereré con extraños, y va aún más lejos, evitar saludar dando besos. A pesar de que muchos le criticaron la recomendación, lo interesante de su propuesta es que propone adquirir nuevos y mejores hábitos.
Psicológicamente hay dos caminos para crear hábitos más saludables, uno es pensar en vivir diferente y después hacerlo, mientras que el otro propone vivir diferente y ello nos llevará a pensar de otra manera. En esta elección o interpretación hallaremos una forma de vivir benéfica para todos. El contagio de enfermedades es la prueba más fehaciente de que no podemos vivir aislados y nos debemos cuidado y respeto por nosotros y por los demás.
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No deja de ser muy importante mantenerse informado a través de fuentes fidedignas, no caer en pánico, toda enfermedad que llega a un cuerpo y mente preparados (nutridos de lo bueno) no obtendrá fácilmente su cometido, y si lo hace, ambos trabajarán juntos para erradicarla o tomar de ella lo mejor. Defendámonos de la enfermedad sin perder la calma y el control, no hay manera de frenar lo que, planificado y no planificado, llegará.
Dice JM Mulet (químico y bioquímico español), la enfermedad es cosustancial al hecho de estar vivos.