Ya no hay competencia de trompos ni de tiquichuelas que reemplace a los juegos on line como Fortnite, LOL, Call of Duty: Warzon 2.0, Escape from Tarkov y Fall Gays. Ya no se juega en grupo de barrio al gallito ciego, nada de pisa pisuela color de ciruela, ni el anillo perdido, ni el tuka’é cañy.
Por su parte los adultos, esclavizados por las ocupaciones que imponen sus respectivos negocios, sienten que les falta tiempo para compartir con sus hijos. Todo esto aumenta la incertidumbre y el estrés. ¿Cuándo fue que el negocio se impuso al ocio y adquirió el rango de business?
En los albores de la historia se identificaba como negocio al conjunto de tareas residuales que realizaban los miembros de los grupos dominados. Los negociantes se ocupaban de las actividades ordinarias del colectivo, aquellas destinadas a generar recursos para satisfacer las necesidades derivadas del diario vivir. Entonces las actividades de ocio eran nobles, dignas, improductivas y honorables. En cambio las diligencias de los negocios eran humillantes, indignas, útiles y deshonrosas.
Para los antiguos griegos el ocio no era solo un tiempo de descanso para poder seguir trabajando después, como lo es ahora, sino más bien el objetivo de una vida feliz. El ocio era para los seres libres que no trabajaban y debían dedicar esa libertad a la contemplación de la sabiduría. Esta concepción podía defenderse porque Grecia poseía un volumen amplio de esclavos que hacían los trabajos necesarios para el conjunto de ciudadanos libres. Por eso, las actividades dedicadas al ocio significaban paz, tranquilidad, estudio, investigación y todo eso constituía la finalidad de la educación aprendida en la escuela (sjolé) y los centros de formación. Para los griegos lo importante estaba en el ejercicio del ocio creativo, antes que en el negocio que representaba su negación (neg-ocio = no ocio).
La escuela estimulaba la inspiración, la reflexión, la práctica del pensamiento y la virtud.
Hoy la escuela genera sujetos de la economía cuya meta es el dinero y el consumo. Individuos que se afanan en conseguir comodidades superficiales porque sus actividades laborales no son gratificantes en sí mismas. Es posible revertir esta situación si se considera que el negocio es antes que nada una acción de servicio. Se puede conseguir fomentando una acción permanente de descubrimiento y acción. Para ello hay que fomentar los espacios de formación y desarrollo, de manera que nuestras agendas también se recreen con actividades renovadoras, dentro y fuera de la organización del trabajo y del trajín diario. Es posible atenuar las diferencias con el ocio creativo, que después de todo es un gran negocio que beneficiaría a toda la humanidad.
carlafabri@abc.com.py