Embriagante colección

Difícilmente encasillables, los coleccionistas siempre sorprenden con ocurrentes elecciones. Es el caso de Wilfrido Ibáñez, quien tiene predilección por las botellas y latas de cerveza. Y su casa es como una vitrina gigante de la espumosa bebida.

https://arc-anglerfish-arc2-prod-abccolor.s3.amazonaws.com/public/CRT7B4L7AND4BNEMMXIE4VVWA4.jpg

Cargando...

La primera impresión: una surtida bodega. El quincho, la cocina, la sala y hasta los cuartos de la casa de Wilfrido Ibáñez (44), en el barrio San Pablo, están repletos de botellas y latas de cerveza con su contenido. Y no solo eso: también los elementos que giran en torno a la espumosa bebida son atesorados por el apasionado coleccionista. Vasos, champañeras, cajas de cartón y de plástico con publicidad de marcas forman parte de las incontables series que hablan de una ardua tarea de búsqueda. Y hay cuadros de diferentes etiquetas y tapitas colocadas artísticamente sobre espejos, que él mismo se encargó de armar.

A estas alturas, Ibáñez ya perdió la cuenta de la cantidad de botellas distintas que logró reunir, mayormente en números de seis unidades. De las producciones nacionales casi no falta ninguna, ni aun aquellas ya desaparecidas del mercado: Pilsen Dorada, Krone, Belco. En cuanto a sabores del mundo, posee ejemplares de Rusia, Italia, España, Alemania, Inglaterra, Estados Unidos, México, Argentina, Brasil, Venezuela, Uruguay, Colombia, Corea y Japón. Muchas de sus adquisiciones las realizó vía internet y otras recibió de obsequio de amigos que viajaron al exterior. Canjes con personas afines también le sirvieron para acrecentar las variedades expuestas en muebles que diseñó especialmente.

Amante de la cerveza —que bebe con moderación—, Wil despertó su pasión por el coleccionismo mientras se hallaba en los Estados Unidos. Se había ido en 1996 y durante diez años trabajó en su oficio de chef para la Wild Oats, compañía de Denver, Colorado, dedicada a organizar recorridos turísticos en tren por territorio norteamericano. En esas idas y venidas fue planificando su vida en Paraguay y comenzó a comprar objetos de souvenirs de las diversas ciudades que visitaba. Resultado de esa compulsiva iniciativa son 180 corbatas, 250 quepis, remeras de fútbol americano, incontables tazas, platos y recuerdos que llevan distintivos del gran país del Norte y ahora forman parte de sus tesoros. “Considero a Estados Unidos como mi segundo país”.

Metódico, ordenado, disciplinado... Y, a la vez, obsesivo. Al volver, en el año 2006, Ibáñez comenzó a organizar las cosas que ya tenía y se dedicó a la búsqueda intensiva. “Lo que más me gusta en la vida son mis colecciones de botellas de cervezas”, reconoce con una espontánea sonrisa. En su afán de obtener nuevas piezas recorrió supermercados. Y no escatimó recursos económicos a la hora de comprar botellas importadas. Barriles de lata de cinco litros están incluidas en su selección, al igual que manijas de chopp, miniaturas de whisky y licores, ceniceros y abridores con logos, nacionales e internacionales.

“El punto de partida de mi colección fue una lata de cinco litros de la cerveza Pilsen. Había comprado una sola y cuando quise más ya no la encontré; ahora, hace un mes logré conseguir otra”.

Wilfrido Ibáñez reparte su tiempo entre el trabajo y su hobby. A su vuelta a Asunción habilitó un taller de rectificación de motores. Allí, de lunes a viernes, se encarga de la administración y de alimentar a doce mecánicos. Amparado en su habilidad de cocinero, ofrece sus sabrosas recetas: tortillas, soyo, pizza o sándwiches para el desayuno; guiso de arroz, caldos o tallarines para el mediodía y algo liviano para la merienda: ensalada de frutas, flanes o arroz con leche. Eso sí, los miércoles, menú vegetariano y los viernes, el infaltable asado a cargo de los muchachos. “Me levanto muy temprano, a las cinco y media, y antes de las siete ya estoy en el taller. Nos organizamos con mi hermano Vicente Ramón, que tiene a su cargo dirigir los trabajos mecánicos, y yo me encargo de las comidas. Cada uno con su plato forma fila y a la mesa”.

Al terminar la jornada laboral, a las seis de la tarde, el hombre, nacido en 1968 en Teniente Esteban Martínez, Chaco paraguayo, regresa a su hogar. Aquí se reencuentra con los afectos. Cynthia Solís, su pareja sentimental, y Tibow, su caniche de nueve meses, forman parte del mundo encantado que él construyó con dedicación. Y ahora se suma Williams Santino, su primer hijo, que le llegó como regalo de cumpleaños el 16 de octubre último. “Mi familia y mis objetos representan el orgullo de lo que soy yo”, se sincera Wil con emoción a flor de piel.

Acervo en exposición

Wil cuenta que su próximo objetivo apunta a un local con mayor amplitud para montar sus diversas colecciones. “Quiero ver la posibilidad de crear un museo para que el público pueda visitar y valorar estas cosas tan lindas que junté. No quiero que esto termine aquí, debe servir para algo más”. La numismática se suma a las series de su preferencia. Tiene 15 álbumes de billetes y varios de monedas de todos los países del mundo.

Por miles...

Una casa en Ypacaraí es como la sucursal de las colecciones de Wilfrido Ibáñez. Allá guarda otra cantidad de botellas de cervezas cargadas y diversos objetos que son su deleite de los fines de semana. “Lo que tengo me llena el corazón. Mi señora y yo disfrutamos intensamente de las colecciones. Eventualmente invitamos a familiares y amigos que siempre quedan gratamente sorprendidos con lo que ven”, dice el cordial anfitrión.

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...