José Lezama Lima, el poeta barroco

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José Lezama Lima, todas las tardes, convertía la sala de estar de su casa de Trocadero 162, en su cuarto de trabajo. Apoyaba una libreta sobre el brazo del sillón en que invariablemente se sentaba y escribía. A veces, cuando el asma no lo dejaba dormir, se iba a una segunda noche y sus manos volvían a penetrar el hálito de la palabra; pero al parecer las horas más productivas eran las del crepúsculo.