Agricultura tecnificada: composición y perspectivas en la economía paraguaya

La agricultura en Paraguay es uno de los principales motores de la economía nacional. Un buen año asegura parte del crecimiento del país y en uno malo, la caída del producto interno bruto (PIB) es inevitable. El sector primario compuesto por la agricultura, la ganadería y la explotación forestal, pesca y minería representa el 10% del PIB del Paraguay (promedio 2015-2019). En tanto que solo la agricultura, con el mismo promedio, implica el 8% con relación al total del PIB, siendo el cuarto en la estructura económica nacional. Su comportamiento define cómo le irá al país en el año.

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La relevancia del comportamiento a lo largo de los meses de un año lleva a definir no solo cómo le irá al sector, sino también a los segmentos que están vinculados a ella. Por ejemplo, la cadena de valor de la soja comprende a agricultores, proveedores de semillas, insumos, combustibles y lubricantes, servicios mecánicos, asistencia técnica, maquinarias, transporte, almacenamiento, comercialización. Además, mueve a las industrias, comercios e instituciones financieras; cumpliendo un rol muy importante en el sistema económico paraguayo y participando de forma creciente en las finanzas públicas mediante el cumplimiento tributario de todos los actores de la cadena. Es importante resaltar, que el 35% de la población paraguaya vive y se dedica a la producción en las zonas rurales.

Favorables condiciones climáticas

Las favorables condiciones climáticas que presenta Paraguay debido a su localización en el subtrópico -temporadas estivales cálidas e invernales menos frías que otras regiones templadas- generan un escenario más que propicio para la producción agrícola durante todo el año. Factores como el clima benigno, el extendido sistema de siembra directa y la alta calidad de los suelos, han permitido que los niveles de producción de soja y maíz sean similares a los trabajadores agrícolas más eficientes del mundo.

En el libro “Agricultura y Desarrollo en Paraguay- 2015” se destaca que, durante los últimos cuarenta años, en un proceso dinámico de transformación, varias modificaciones se han producido en la agricultura paraguaya. Por ejemplo, la frontera agrícola se ha extendido, se han introducido nuevos cultivos, han aparecido renovadas tecnologías y prácticas de manejo, se han incorporado maquinarias agrícolas, entre otras. Estas transformaciones son a la vez causas y consecuencia del crecimiento económico paraguayo y deben ser comprendidas en el marco de cambios estructurales en la matriz productiva y social del país.

Sector agrícola y su incidencia en el PIB

Durante los últimos diez años, la economía paraguaya atravesó periodos buenos como así también críticos, vinculados, principalmente al clima. En el año 2012, el país sufrió una importante sequía que afectó al Producto Interno Bruto del país (PIB). El resultado final fue una caída del 0,5%.

Durante ese mismo año, el sector primario tuvo una retracción interanual del 28,1% y el subsector agrícola, una de 38,0%. Por el contrario, los demás sectores económicos mostraron, en su mayoría, resultados positivos, excepto el subsector comercio, que también cayó en ese año, 1,3%.

Posteriormente, en el 2013, periodo que coincide con el cambio de gobierno, se genera un efecto rebote de la economía en el que el PIB crece en un 8,4%. En este sentido, todos los sectores y subsectores económicos mostraron buenos resultados, siendo el primario el que registró un mayor repunte en su producción, con un aumento del 43,6%. El agrícola había crecido 66,1%.

Luego de varios años y solo hasta el 2019, no se registraron eventos adversos desafiantes para la economía paraguaya.

Posterior al efecto rebote observado en el 2013, durante los años 2014 al 2018 se observó un crecimiento promedio de 4,1% del PIB, siendo el año 2017 el de mayor destaque, con una expansión del 5,0%. Para el caso del subsector agrícola, durante este mismo periodo de tiempo, el promedio de crecimiento fue del 3,0% y en el 2017 se ubicó en 7,9%. Todos estos datos, acompañados de otros factores, inyectaron al país cierta previsibilidad de su economía.

Con el cambio de Gobierno de 2018, la expectativa estaba anclada en que continuaría la estabilidad económica en el país. Sin embargo, a finales del 2018 ya se observaba una desaceleración de la economía, la cual fue agravándose durante el año 2019 cuando se dieron eventos adversos como una sequía a inicios de año y meses después, se registraron inundaciones por la crecida de los ríos.

Estos choques climatológicos impactaron fuertemente a la economía durante el 2019. Dados los mencionados escenarios, el crecimiento al cierre de ese año, fue nulo. En la misma línea, el sector primario fue el más afectado con una caída del 3,6% y el subsector agrícola, había registrado una retracción del 4,9%.

Divisas y mercado financiero

Desde el año 2000 hasta el 2019, los granos de soja y sus subproductos (aceite y harina), como también los principales cereales, han crecido sustancialmente, pasando de una participación del 19,3% en las exportaciones a 42,3% al último año. De esta manera, el comportamiento del agro y la industria en tiempos de sequía, tiene efectos negativos como un menor uso de energía en general por parte de las grandes empresas y una reducción en la circulación del dinero en la economía.

Datos del Banco Central del Paraguay (BCP) al cierre de 2019, muestran que la semilla de soja y sus derivados representaron 33% de las exportaciones totales del país, es decir, se comercializaron en el exterior por aproximadamente US$ 2.700 millones. De este total, el 64% fue por la venta de granos, el 23% y 13% con la comercialización de harina y aceite.

Otras estimaciones hablan incluso de que la inyección a la economía paraguaya ha sido de unos US$ 5.000 millones al año. Esto al considerar todo el circuito que mueve la oleaginosa.

Respecto a la demanda interna por soja, ya sean en granos, harina o aceite, Paraguay no recurre a las importaciones de estos productos. Con la producción nacional se logra satisfacer la demanda local, según datos del BCP.

En cuanto a las importaciones en materia de productos agrícolas, los agentes del sector productivo en Paraguay realizan importantes inversiones con la compra en los vecinos países e Israel. Nuestro país sólo obtiene semillas de soja que son para la siembra del cultivo en el futuro, no granos.

En el 2019, las compras totales de semillas han alcanzado unos 12,5 millones de toneladas por parte de las firmas dedicadas a la actividad. Luego, estas empresas buscan una mayor calidad de la materia prima, lo cual logran en un proceso aproximado de dos años para luego comercializarlas a los semilleristas, quienes se encargan de su posterior siembra.

Créditos y “agribusiness”

Con respecto a la cartera de créditos por sectores económicos, el sector agrícola y “agribusiness” representaron el 22,7% del total hasta diciembre de 2019. Los datos muestran la importancia que tienen ambos segmentos dentro del sistema financiero y, por tanto, en la economía paraguaya, al generar un flujo importante de créditos que permiten posteriormente implementar inversiones en las actividades productivas del sector.

Al desglosar los datos de cantidad de dinero a través de estos préstamos, se observa que del 2015 al 2019 se registró un aumento del 26,3%, pasando de US$ 2.808 millones a unos US$ 3.546 millones. Si bien, en ciertos años hubo una retracción en la producción agrícola provocada por las sequías, sin estos créditos, no hubiera sido posible la posterior recuperación del sector en los siguientes años.

Aporte fiscal del sector agrícola

Las reformas impositivas en los últimos diez años han alcanzado al sector agrícola. De hecho, en ese tiempo se han creado, básicamente, dos impuestos.

El primero contempló la modificación del Impuesto a la Renta de Actividades Agropecuarias, conocido por IMAGRO por una nueva versión, cuyo acrónimo se modificó a IRAGRO para diferenciarlos. La principal innovación fue que el impuesto se paga sobre la renta bruta agropecuaria y no sobre la superficie productiva.

El IRAGRO incorporó, además, un mayor número de contribuyentes, ya que incluye a todos aquellos con ingresos superiores a 36 salarios mínimos anuales, independientemente de la superficie cultivada o disponible. Con esto, el IRAGRO brindó una mayor visibilidad al sector agropecuario en el aporte impositivo al fisco.

La tasa del IRAGRO fue de 10%, la cual, aparentemente se mantuvo con la última modificación realizada y que consistió en la unificación de los demás tributos a la renta al Impuesto a la Renta Empresarial (IRE). Sin embargo, la carga, con la aplicación de otros impuestos que se desprenden del IRE, llega al 17,2%.

El otro tributo fue el IVA agropecuario, cuya tasa es del 5%, inferior al IVA que paga la mayoría de las actividades, que es del 10%. El IVA agropecuario presenta una diferencia con relación a los demás: solamente el 50% de lo facturado en ese concepto por el exportador le es devuelto, a diferencia de los alcanzados por el IVA no agropecuario donde la devolución es total.

Los nuevos impuestos del IRAGRO y el IVA agropecuario fueron importantes formalizadores de la economía. Además de estos dos impuestos, los productores, sean de la agricultura tecnificada como de la actividad agrícola familiar campesina, pagan otros impuestos como el inmobiliario y el impuesto selectivo al consumo al utilizar combustibles en la producción.

De acuerdo con datos de la Subsecretaría de Estado de Tributación (SET), la mayor carga tributaria recae en la agricultura, ganadería, caza, silvicultura y pesca. El promedio de carga interna es de 20,7% y con el aporte patronal llega a 27,9%, cuando el promedio en general se ubica en 17,2% y 25,2% para el peso interno y con seguridad social, respectivamente.

Producción y pandemia: ¿qué ha pasado con el sector agrícola y cuáles son las perspectivas?

La crisis sanitaria en el 2020 provocada por la pandemia afectó a todos los sectores económicos del país, principalmente a los vinculados al comercio y servicios. Ello considerando, varios factores como el aislamiento social, la alta incertidumbre y la caída significativa de los ingresos, entre otros.

Caída atenuada por el agro

En ese mismo contexto, el PIB del tercer trimestre de 2020, registró una caída interanual de 1,2%, acumulando una contracción de 0,9% al considerar los tres primeros trimestres contra el año 2019, de acuerdo con los datos del BCP.

La caída interanual de 1,2% al tercer trimestre fue atenuada de manera importante por la agricultura, que reportó un crecimiento de 1,2% en el tercer trimestre de 2020 con respecto al 2019. La incidencia en el comportamiento del PIB fue de 8,7%.

Los buenos resultados de la producción de soja en la campaña 2019/2020 fue clave. El sector de la ganadería, forestal, pesca y minería (2,3%), así como de la construcción (6,9%) fueron otras actividades que mitigaron levemente la baja económica. Sin la agricultura y las binacionales, el PIB del segundo trimestre hubiera registrado una mayor reducción.

Tanto es la incidencia del sector primario en la economía, principalmente el rubro agrícola, que el 2020 estuvo nuevamente determinada por el desempeño de este sector. El BCP proyectó una contracción económica de 1% para el 2020, que el PIB sin agricultura podría incluso ubicarse en una baja de 1,4%

Efecto “rebote”

Para el 2021, el denominado efecto “rebote” estará determinado, nuevamente, por el comportamiento del sector agrícola. Las últimas proyecciones de la consultora MF Economía e Inversiones dan cuenta de que este 2021 será un año mixto para el sector agrícola, con niveles de producción menores a los de 2020 (una caída del 6% y que está en línea a las proyecciones del BCP), pero con mejores precios. La demanda firme y mejores precios permitirán compensar la caída de la producción. Además, el retraso en la siembra debido a la falta de lluvias se traduciría en un menor nivel de producción, sobre todo en zafriña. Dado este escenario y un menor dinamismo en los sectores de comercio y servicios, la consultora ancló sus estimaciones de crecimiento económico para el Paraguay en 4,0%.

Motores de la economía paraguaya

Como se ha presentado, el sector agrícola, anclado en la producción de soja, ha sido y sigue siendo uno de los principales motores de la economía paraguaya. De hecho, un buen año ha asegurado unos puntos porcentuales en el PIB del país. Ejercicios recientes como 2019, 2020 y el desafiante 2021, contarán con el peso positivo del sector, que finalmente, mitigará la caída económica prevista, tanto para el pasado como para el presente año, un periodo golpeado por varios factores adversos.

Y en concordancia al estudio “Agricultura y Desarrollo en Paraguay” el avance observado en los diferentes tipos de agricultura que se practican en el país, permite vislumbrar un futuro promisorio, aunque no desprovisto de desafíos y amenazas.

Los logros agrícolas como el incremento de productividad o la intensificación de la industrialización no pueden constituir el límite superior de la agricultura paraguaya. Por el contrario, aún hay margen para seguir creciendo, pero sobre todo para volver más intensiva la producción, principalmente por la articulación de cadenas de valor.

Además, los agricultores tecnificados y familiares se encuentran ante el desafío de adaptarse a los cambiantes escenarios de precios de productos e insumos, así como a la variabilidad climática.

*Buenos resultados de producción de soja en campaña 2019/2020 fue clave. El sector de ganadería, forestal, pesca y minería (2,3%), así como de la construcción (6,9%) fueron otras actividades que mitigaron levemente la baja económica. Sin la agricultura y binacionales, el PIB del segundo trimestre hubiera caído más.

*El avance en diferentes tipos de agricultura que se practican en el país permite vislumbrar un futuro promisorio, aunque no desprovisto de desafíos. Logros agrícolas, como repunte de la productividad o intensificación de la industrialización, no pueden ser limitantes.

* Tanta es la incidencia del sector primario en la economía, principalmente el agrícola, que el 2020 estuvo nuevamente determinado por el desempeño de este sector. El BCP proyectó una contracción económica de 1% para el año pasado, que el PIB sin agricultura podría incluso ubicarse en una baja de 1,4%.

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