Objetos de culto

Forman parte de nuestra vida, pero cuando les otorgamos “poderes” se convierten en fetiches. El fetichismo comenzó en los pueblos antiguos cuando adoraban a un ídolo. Hoy existen de varias maneras en la vorágine material de nuestras sociedades hacia la búsqueda del placer.

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Fetiche viene del portugués y significa “hechizo”. Las civilizaciones primigenias consideraban que un espíritu penetraba en un objeto inanimado, un animal o ser humano. Esta doctrina de la posesión del espíritu se llamó fetichismo. En aquellos primeros cultos, el fetiche era considerado como poseedor de todas las ideas originarias de fantasmas, almas, espíritus y posesión demoniaca. No solamente piezas manipulables eran motivo de adoración, también los volcanes y los cometas, así como el fuego y el agua. Un poco después fueron los árboles. La serpiente era venerada por los fenicios. En las narraciones bíblicas existen un sinfín de símbolos en elementos: el agua y la manzana; en las religiones orientales, la vaca o el gato. También algunos días de la semana y números, como considerar el viernes 13 como día de mal agüero. Hoy, en pleno siglo de replanteamientos religiosos, este culto continúa y renovado: en EE. UU., muchos edificios omiten el piso 13 (¿prevención de pérdida económica o temor a tentar a la desgracia?); en Madrid no existe la línea de autobús 13; también se lo excluye en los aviones y, en ciertas ciudades, en los portones o calles con el 13.

No creemos en las brujas, pero que las hay, las hay: el cohete Apollo XIII sufrió el primer accidente en el espacio y no logró descender a la Luna (1970). En Asia, sin embargo, se evita el 4 debido a que su pronunciación –en chino– es similar a la palabra muerte y los celulares Nokia lo suprimieron “porque da mala suerte”.

El fetiche en el cuerpo

En el campo erótico, el primitivo no hizo del sexo un fetiche desmedido. El hombre en estado salvaje poseía una mente natural, no obscena, pues, donde el clima lo permitía, el cuerpo desnudo formaba parte de la convivencia común y abierta.

El cabello y las uñas se consideraban potencialmente poderosos (especialmente de los jefes y caciques); aun hoy en muchas culturas se conservan estas partes de líderes fallecidos para su reencarnación. En la actualidad, esas zonas, principalmente en la mujer, son el centro de atención para “el poder del hechizo”.

Se cuenta en los libros que el primer juguete “protector” de la humanidad fue el cordón umbilical, que se convirtió en el primer collar del hombre, engarzado con piedras.

Muchos creían que los sabios eran personalidades fetiches, y de ello se aprovecharon otros tantos para utilizarlos a favor de sus propios intereses: caciques, reyes, sacerdotes, líderes ejercieron una autoridad ilimitada.

Dentro de la evolución del fetichismo también cabían las palabras; la magia contiene mucho de esto en su dicción, así como los cuentos y las leyendas, que siguen manteniendo intacto su encantamiento.

Los amuletos

Hace un par de años, el expresidente francés Sarkozy demandó a la editorial K & B por lanzar un manual vudú con muñequito con su rostro y alfileres en la portada. La tirada de 20.000 ejemplares se agotó. El francés querelló a la casa de libros por violación a la imagen. Este humor que utilizó la firma se remonta a la religión vudú, propia de los pueblos trasladados como esclavos desde África Occidental, y sus amuletos, fabricados con garras y dientes de animales, semillas venenosas, así como con el veneno de las serpientes, servían para protegerse del mal. En los viejos filmes, los personajes portaban el veneno en un anillo para volcarlo en la copa del enemigo. Por supuesto, el amor estaba presente en estos elementos que se elaboraban de materiales duraderos o de hierbas. Por otra parte, surgieron como protectores los “mágicos” talismanes, que proporcionaban suerte e incluso un tipo de compañía.

Fetichismos

A pesar de los años, la veneración excesiva continúa formando parte del ser humano. Ya no con huesos de reverenciados muertos para la buena fortuna o la protección; pero la idolatría persiste en la modernidad. Con el tiempo, los modos evolucionaron en diversas formas. El fetichismo de la mercancía, concepto de Karl Marx, habla del valor subjetivo de los objetos sobre el de las personas; es decir, el trabajador es considerado un “objeto para la producción”. Asimismo está el llamado fetichismo de las masas, sustentado en que la mayoría elige lo correcto o tiene la opinión acertada. El fetichismo de las marcas, por su lado, es un campo extraordinario para la competencia comercial, principalmente entre diseñadores de la moda en el vestir; el marketing asume haber descubierto la emoción como el motor humano en la decisión.

El hechizo sexual

El fetichismo es una parafilia (es decir, un patrón de comportamiento sexual en el que la fuente predominante de placer no está en la cópula, sino en alguna otra cosa o actividad que lo acompaña). Freud consideró este culto como una manifestación perversa (que no se ajustaba a la sexualidad normal). Otras teorías psicológicas lo relacionan con teorías del comportamiento humano y la idea de aprendizaje. Para el fetichista, el fetiche –es decir, el objeto– es necesario para la excitación sexual: medias, ligas, botas, ropa interior femenina, partes del cuerpo como pies, axilas, rodillas, etc. Existe un gran mercado de accesorios para la mujer, ya que el fanatismo exagerado por estos elementos es un comportamiento mucho más común entre los individuos.

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