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La protesta contra Netanyahu es por su gestión de la pandemia y la corrupción que le envuelve. El premier está siendo juzgado por presunto fraude, cohecho y abuso de confianza.
Divisiones
El malestar popular por el impacto de la segunda ola de covid-19 y la crisis económica derivada de ello contribuyó en gran medida y generó un ciclo creciente de movilizaciones que congrega cada vez a más gente.
Entre tanto, la división en el Gobierno de coalición israelí crece hasta el punto de que ayer quedó cancelada la reunión semanal del Gabinete y muchos señalan al primer ministro por estar maniobrando para forzar unas cuartas elecciones en otoño.
Netanyahu “quizás quiera elecciones, pero yo no”, declaró su socio de Gobierno, Benny Gantz, que aseguró que luchará para mantener en pie al Ejecutivo, pero no cederá ante la demanda de Netanyahu de aprobar un presupuesto anual en lugar de uno bianual.
Antes del próximo 25 de agosto, Netanyahu y Gantz, en constantes disputas, deberían alcanzar un acuerdo presupuestario o el Parlamento (Knéset) se disolverá automáticamente y el país acudirá a las urnas en noviembre por cuarta vez en poco más de dos años.
Los presupuestos del Estado son el último encontronazo de tres meses de desacuerdos entre Netanyahu y Gantz: el plan de anexión de partes de Cisjordania, su concepción del sistema judicial o la gestión de covid-19 ya habían evidenciado su incompatibilidad para gobernar.
“Queremos un presupuesto para el Estado, Likud (partido de Netanyahu) quiere un presupuesto político”, declaró Gantz.