Fuentes del Gobierno español señalaron que la visita a China y la reunión con el presidente del país asiático, Xi Jinping, coincidió con el momento de tensión arancelaria provocada por EE. UU., algo que otorgó mayor atención a la visita de Sánchez, aunque ese momento no fue buscado ya que el viaje estaba previsto desde hace tiempo.
Sí sirvió para hacer patente que España, como creen que está demostrando también en asuntos como Ucrania o Gaza, tiene una identidad propia y no actúa por seguidismo de otros, enfrentándose a quien haga falta y siempre en función de los intereses del país.
En consonancia con ello, las mismas fuentes comentaron que la guerra arancelaria de Trump es cosa del presidente estadounidense, y defendieron el acercamiento a China tanto de España como de la Unión Europea.
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Al respecto, expresaron su convencimiento de que si un país quiere estar en el tablero global, en un momento en el que se está transformando el orden mundial, hay que hablar con el país asiático como hay que hacerlo también, por ejemplo, con India, Brasil o Sudáfrica.
Por todo ello, el Gobierno interpretó que la visita de Sánchez (en una gira que incluyó también Vietnam) supuso un paso muy relevante en esa política exterior española que lanza el mensaje de que piensa por sí misma.
Frente a la acusación de la oposición de que se quiera sustituir a Estados Unidos por China, subrayaron que no se pretende reemplazar a nadie, sino que lo que se busca es ampliar mercados, y recordaron que el viaje fue coordinado con la Comisión Europea.
Asimismo, el Gobierno español no teme represalias al viaje por parte de Estados Unidos y restó trascendencia a las palabras del secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, en las que esta semana advirtió de que el alineamiento de España con China sería "como cortarse el cuello".
Tras tres viajes en poco más de dos años, es posible que Sánchez pueda visitar de nuevo China el año que viene, según las fuentes.