Este recuadro negro, inédito en Europa para etiquetar los ultraprocesados, ha sido ideado por el organismo público francés dedicado a la salud humana (Inserm) como complemento al Nutriscore, el popular semáforo adoptado voluntariamente por las marcas francesas desde 2017 y que evalúa la calidad nutricional de los productos en una escala de cinco niveles.
"Si el Nutriscore ha sido difícil (por la oposición de la agroindustria), una etiqueta sobre los ultraprocesados aún lo es más, porque eso afecta a los secretos de fabricación. Queremos que las dosis de aditivos sean comunicadas", denunció la investigadora del Inserm y responsable del programa Nutriscore en Francia, Mathilde Touvier.
En una entrevista con EFE desde su despacho de la universidad París 13, Touvier muestra en su ordenador el prototipo sobre los ultraprocesados que está aún pendiente de aprobación por parte de las autoridades francesas.
"Algunos 'lobbys' (agroalimentarios) intentan enfrentar a los dos logos (el Nutriscore y el de los ultraprocesados), diciendo que juntos no tienen sentido, cuando en realidad van en la misma dirección, en favor de la salud pública", agregó Touvier.
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La propuesta del Inserm sucede poco después de la publicación en la revista científica 'The Lancet' de un trabajo internacional con 43 expertos, quienes concluyeron que los alimentos ultraprocesados suponen un problema de salud pública de primer orden, que guarda gran paralelismo con el tabaquismo.
Según esta revista, los alimentos ultraprocesados (UPF) se elaboran con ingredientes baratos, generalmente nocivos (aditivos y sustancias químicas perjudiciales) y poseen una mala calidad nutricional: demasiada sal, azúcares y grasas poco saludables; y muy poca fibra y proteínas.
Por ello, los autores del estudio piden regular los UPF como se ha hecho con el tabaco porque "hay evidencia científica" de que el consumo de estos alimentos implica más obesidad, diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares.
Es precisamente la definición de los ultraprocesados, basada en la clasificación NOVA impulsada por el epidemiólogo brasileño Carlos Monteiro, la que los grupos de presión de la agroindustria rebaten, basándose en los dictámenes de ciertas agencias nacionales de seguridad alimentaria en Europa.
Para la Asociación Nacional de las Industrias Alimentarias de Francia (ANIA), principal grupo de presión de la industria agroalimentaria del país, los criterios de ultratransformación de NOVA "son a veces contradictorios y no están descritos con precisión".
En declaraciones a EFE, ANIA se basa en el dictamen publicado en enero de 2025 (antes de la publicación de 'The Lancet'), por parte de la Agencia Nacional de Seguridad Sanitaria (ANSES).
El 'lobby' de las industrias alimenticias refuerza su argumento citando los trabajos de la investigadora Véronique Braesco, quien trabajó en el Instituto Nacional de Investigación Agronómica (INRA) hasta 1999, pero que desde hace años asesora a las empresas de alimentación en sus estrategias de nutrición, comunicación científica y asuntos regulatorios.
La clasificación NOVA "no se basa en ningún algoritmo ni esquema de decisión específico. Esta imprecisión significa que dos observadores pueden clasificar los mismos productos de manera diferente, lo que hace que esta clasificación sea inoperante e inutilizable como herramienta de regulación", reivindica ANIA.
La Agencia Nacional de Seguridad Sanitaria reconoce efectivamente ciertos "límites" de NOVA, aunque pide que se estudien en profundidad dos hipótesis sobre los posibles efectos negativos de los UPF para la salud: su relación con la obesidad y la posibilidad de que los procesos de transformación de los alimentos puedan formar "nuevas sustancias potencialmente nocivas".
Mientras el debate sobre el logo de los ultraprocesados no ha hecho más que comenzar, el del Nutriscore ha llegado incluso al Parlamento francés.
La Asamblea Nacional y el Senado examinaron una propuesta, incluida en proyecto de ley para la financiación de la Seguridad Social, que abogaba por que el popular etiquetado se aplicase de manera obligatoria por las marcas. Sin embargo, la medida salió derrotada por la mínima en la votación final de la Cámara Baja.
"Podemos decir que perdimos una batalla, pero no la guerra, porque intentaremos que se apruebe de otra manera", aseveró Mathilde Touvier, en alusión a proposiciones de ley por parte de senadores y diputados franceses.
La propuesta inicial llegaba a incluir un multa equivalente al 5 % de los ingresos de la empresa que no usase el Nutriscore. De haberse aprobado, Francia habría sido pionero en Europa en decretar su obligatoriedad, pues en los otros seis países que aplican el etiquetado, entre ellos España, es opcional para las marcas.
