La estrategia, en definitiva, lo es todo. Bien lo entendió esto el apóstol Pablo de Tarso, uno de los discípulos de Jesús, un personaje muy conocido en el ámbito pagano y cristiano. Permítame el lector hacer referencia a este acontecimiento histórico tan lejano en el tiempo para expresar una verdad empresarial actual. Quien fuera un despiadado perseguidor de los cristianos, escribió esta sentencia después de su conversión: “Si Cristo no hubiera resucitado, sería vana nuestra fe. Nosotros seríamos falsos testigos de Dios y seríamos los más desgraciados de todos los hombres” (1 Cor 15, 14-15). ¿Cuál es la razón de esta contundente conclusión, que escandalizó en su momento a más de uno y todavía hoy sigue sin ser comprendida por muchos? No hay que olvidar que Pablo de Tarso era un gran líder, un emprendedor, un director, en el sentido de que era un hombre de acción, con una altísima orientación al resultado.
El pensamiento de Pablo no puede ser más certero y honesto: si Jesús no consiguió el objetivo de llegar el encuentro con Dios, sus seguidores tampoco lo lograrán. La estrategia, para un cristiano, es ir al Cielo, es resucitar y lograr que su alma esté en un estado superior, y para ello existe un plan: identificarse con Jesús, con su persona, con su ejemplo y sus mandamientos. Pero si Jesús no logró resucitar, seguir su plan -con sus normas, obligaciones y prohibiciones- no tendría ningún sentido ni razón: sería señal de insensatez, cuando no de soberbia mistificada o estupidez supina.
Algo parecido sucede con la realidad empresarial: seguir unas normas que no nos lleven al resultado esperado, es señal de poca inteligencia o esnobismo inconsciente. El gobierno corporativo y el compliance tiene que ser consecuencia de quiénes queremos ser y adónde queremos llegar. Copiar unas normas de gobernanza sin clarificar primero nuestra estrategia, no es precisamente señal de gran juicio.
Para defender nuestro éxito, rentabilidad y crecimiento como organización, necesitamos clarificar nuestras expectativas, nuestros valores, nuestra identidad, lo que nos diferencia de los demás, de los competidores. ¿Qué nos hace diferentes? ¿Cómo podemos aportar mayor valor a nuestros grupos de interés? ¿Qué nos hace atractivos y diferentes? ¿Quiénes son nuestros mejores aliados con quienes recorrer el camino, porque comparten nuestro propósito y nuestros valores, nuestra pasión por lo que hacemos, nuestra determinación y capacidad de adaptarnos con flexibilidad a los nuevos entornos y cambios? El gobierno corporativo debe apoyar y cuidar todo esto, no entorpecerlo.
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Cuando una empresa acierta con la estrategia, lo habitual es que las cosas se den y se alcancen los resultados, si hay un mínimo de compromiso y pasión por lo que se hace. Pero si la estrategia es equivocada, no hay gobierno corporativo que pueda hacer exitosa una empresa con un rumbo y una orientación errónea.
Apoyamos -y de hecho ayudamos a empresas a implementar buenas prácticas de gobierno corporativo- esta preocupación global por la buena gobernanza de las empresas, que protegen a los accionistas de los riesgos a los que se expone todo negocio, generando en los reguladores, en los inversores y en el mercado una necesaria confianza, tranquilidad y seguridad. En diversos foros, he destacado la gran labor que ha hecho el Banco Mundial, la OCDE, el gobierno de Suiza a través de sus embajadas, y muchos otros actores, por promover el buen gobierno corporativo en gran parte del mundo civilizado.
Recientemente, durante una planificación estratégica con un cliente, reflexionábamos sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible que tienen una relación más directa con el negocio y aquellos que son prioridad para los grupos de interés. Descubrimos que un compromiso real con los ODS modificaba la estrategia, porque no hacemos nada solos y porque tenemos que asegurarnos (compliance) de que “hacemos -y haremos- lo que decimos que hacemos”. Muchos años antes ya lo había visto, entendido y puesto en práctica Orin Smith, CEO de Starbucks entre los años 2000 y 2005: “Queremos marcar una diferencia importante en las vidas de nuestros grupos de interés, y los accionistas no son nuestro único grupo de interés. También incluimos a nuestros socios, clientes, productores de café y la comunidad en general. La estrategia general del negocio debe responder ante todos ellos, marcará las políticas de la compañía y velará por su cumplimiento”. Esto se llama tenerla muy clara: primero la estrategia, luego todo lo demás. Y el gobierno corporativo debe ser la prioridad en “todo lo demás” para aquellas empresas que están en una etapa de cambio hacia una mayor madurez y responsabilidad.
PhD en Economía y Empresa
CETYS Graduate School of Business