Los jóvenes ya no creen en una política que se rodea de corrupción e impunidad

Este artículo tiene 7 años de antigüedad
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Los jóvenes ya no creen posible generar mejoras en el país a través de la política, no cuando esta se encuentra envuelta de corrupción e impunidad. No obstante, debemos movilizarnos desde ahora para no atascarnos para siempre en este círculo vicioso.

Hay quienes dicen que la mayoría de los jóvenes demuestra un nulo interés hacia la vida política o social del país y menos aún planea involucrarse en ellas más adelante. Solamente están inmersos en las redes sociales y en las fiestas de cada fin de semana que, generalmente, envuelven música a todo volumen y alcohol.

Muchos adolescentes y jóvenes dejaron de creer hace tiempo en los gobernantes. Los mismos ya no tienen la esperanza de que sea posible generar mejoras en el país con el altísimo nivel de impunidad de personas, como Óscar González Daher o José María Ibáñez, quienes siguen ocupando cargos de gran preponderancia a pesar de que existan varias pruebas que demuestran que estuvieron involucrados en tráfico de influencias y en estafas al Estado por los “caseros de oro”, respectivamente.

En las elecciones presidenciales pasadas, algunos ni siquiera querían ir a sufragar porque no consideraban que su voto podría generar alguna diferencia. Los jóvenes tenían por seguro que absolutamente todo ya estaba “cocinado” de antemano y lo expresaban abiertamente en Twitter.

¿Cómo confiar en nuestras autoridades y en los gobernantes si es que incluso el jefe de Control de Calidad de Informática del TSJE, Miguel Ángel Iturburu Cañete, afirma que él tiene la posibilidad de “inflar” votos en las elecciones? Es difícil cuando se puede profanar, con mucho dinero, favores y hasta automóviles, prácticamente lo único que le queda al pueblo para adoptar decisiones acerca de la dirección que tomará el país: el sufragio.

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Si bien no hay justificaciones para los jóvenes que solo viven en su propia burbuja y no planean involucrarse ni siquiera en los ámbitos más cercanos como el colegio o el barrio, es comprensible que muchos se sientan desanimados y hayan dejado de creer ya hace tiempo en las posibilidades de cambiar el país. ¿Cómo no perder las esperanzas cuando un teólogo es nombrado como ministro de Obras Públicas, dejando de lado a ingenieros que sí están realmente preparados para desempeñar dicho cargo?

¿Cómo es que un joven, que realmente quiere ver que nuestro país progrese, podría desear involucrarse en política? Es imposible si es que al final solo los obedientes y hurreros serán “premiados” con los cargos de confianza y no aquellos que han dedicado su vida a generar cambios, por más pequeños que sean.

Lastimosamente, la política, sin lugar a dudas, está completamente prostituida. Los menos aptos llegan al poder por haber respetado y acatado las órdenes de los gobernantes y caudillos partidarios, pero si los jóvenes seguimos creyendo que no hay posibilidades de cambiar la situación actual del país y no nos movilizamos, seguiremos atascados en este círculo vicioso de corrupción e impunidad por largo rato.

Por Fiona Aquino (18 años)