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El último corredor biológico de la Región Oriental del Paraguay se encuentra en el norte de Concepción. El distrito de San Lázaro es depositario de una riqueza de increíble valor.
Parques nacionales y reservas naturales privadas tienen protección legal, pero los papeles no tienen importancia cuando la ambición cuenta con impunidad. El asfaltado de la ruta puede convertirse en un grave riesgo para un patrimonio único de nuestro país. No podemos perderlo.
Concepción es un departamento privilegiado: cerca de 300.000 hectáreas destinadas a la protección del ecosistema, sin contar propiedades que se encuentran gestionando el reconocimiento de reservas naturales que se sumarán a las áreas bajo tutela del Estado.
Esta superficie está compuesta por los parques nacionales Sierra de San Luis y Paso Bravo, junto con las reservas privadas Cerrados del Tagatiyá y Tagatiyamí.
Este conjunto integra el mayor corredor biológico de la Región Oriental del Paraguay y es uno de los más importantes del país, tanto por sus dimensiones como por los recursos naturales que encierra.
La superficie que ocupa el corredor permite que la flora y la fauna puedan reproducirse sin mayores obstáculos, superando los problemas que plantea la consanguinidad de especies. Aquí se puede disfrutar del vigor que refleja la naturaleza en su esplendor.
Bandadas de papagayos, rojos y azules, se suman con decenas de otras especies de aves; se puede decir lo mismo de venados o tapires, así como de manadas de jabalíes.
Disfrutar de este espectáculos en la Región Oriental parece increíble. Este privilegio se asocia más bien con recónditas picadas del Chaco paraguayo.
Y están en el norte de Concepción, protegidos por la lejanía y el aislamiento.
Motosierras listas
La principal amenaza para este paraíso son los traficantes de madera: aserraderos clandestinos ubicados en las colonias San Alfredo y Puentesiño compran todo lo que llega de madera, sin importar el origen.
Los asentamientos La Paz y 1º de Mayo surgieron de la mano de campesinos sin rollo, quienes no contentos con tumbar todo lo que encuentran a su paso, también se dedican a matar cuanto bicho se cruza en el camino.
En este momento hay una fuerte puja entre los aserraderos de San Alfredo y las caleras de San Lázaro, pues ambas necesitan madera para seguir subsistiendo.
Esto significa que hay trabajo suficiente para toda persona que cuente con una motosierra, con la facilidad de que no es necesario contar con permisos: organizar una comisión es suficiente para tomar por asalto los montes de propiedades privadas.
Esto mismo está sucediendo ahora en Puerto Fontciere, donde un grupo de personas busca cómo sumarse a la provisión de madera a las caleras, con el argumento de que no tienen tierra.
Falta de protección
La construcción de la ruta Concepción-Vallemí se convierte en una gran alternativa para romper el aislamiento de San Lázaro y otras regiones condenadas por décadas al olvido.
El riesgo que plantea esta apertura vial es la falta de protección para preservar recursos naturales insustituibles.
Con toda la presión que ejercen en este momento los campesinos de los asentamientos La Paz y 1º de Mayo, aún se puede hablar de fauna en la región.
El desafío para el Estado es proteger bienes que no solo tienen un valor ambiental, sino también una cotización ambiental.
¿Cuánto puede dejar el turismo en esta región, si existe protección de los recursos naturales?
La rentabilidad es mucho mayor, sin duda.
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