En un arranque de impotencia, y ante esta realidad,cede nuestra irascibilidad, y golpeamos la mesa, zapateamos, y vociferamos: ¡Esto ya no debe ser así!
En muchas portadas de periódicos, como así también en los noticiarios de TV, lo que se viene publicando es el escandaloso escenario que va dejando una de las secuelas de las inundaciones: ¡Basuras por doquier!, desperdicios a toneladas. Esta realidad simplemente revela la inmundicia de nuestra “civilización”
Precisamente una de las aristas de esta realidad revela la pobreza educacional en la que estamos metidos, unido a la deplorable actitud de autoridades quienes se dedican solo a mantener statu quo, a fin de reciclarlos, utilizándolos como trampolín de sus campañas proselitistas, para luego llegados al sitial de poder desentenderse de sus compromisos.
Respecto a la educación, en su variante de “educación ambiental”, sin miedo a equivocarnos podríamos que en la práctica no existe, y lo decimos porque la realidad evidencia nuestra aseveración, es decir, si tuviéramos un mínimo de tino en lo que respecta a un comportamiento ambientalmente deseable, nuestras calles estarían limpias, todos utilizaríamos adecuadamente el cesto de basuras, como así también las playas de nuestros ríos nos invitarían a deleitarnos en sus brillantes y cálidas arenillas.
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En un escrito de corte ambiental hace poco alcance a leer: “Si queremos que el planeta esté limpio, esto se lograría si cada uno de los ciudadanoslimpia su vereda”. El espíritu de este slogan invita a asumir la pizca de responsabilidad que tenemos todos, porque hay tres cosas: nuestros desperdicios no lo vamos a poder comer; nadie lo va a tirar por nosotros, y mucho menos las autoridades moverán un dedo. Por eso no tenemos otra alternativa que la de cargar con el suave peso de nuestra responsabilidad ambiental y hacer que nuestro entorno sea más llevadero.
El río seguirá bajando, y consecuentemente dejará a su paso una estela de un basural inmenso, y esto seguirá así “per seculaseculorum”, a no ser que un parlamentario, una amada de casa, un joven, un estudiante, alguien salga a decir: ¡basta, esto no puede seguir!