Durante siglos, los estudiosos de la conducta pensaban que los animales en general actuaban basados únicamente en su instinto de supervivencia y que los humanos, gracias a su capacidad de pensar, creaban conceptos, valores y códigos de acción que quedaban plasmados en la forma de cultura.
La justicia, definida por la RAE como “dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece”, sería entonces una construcción cultural desarrollada durante la infancia y adolescencia, una mezcla de virtud religiosa y aprendizaje social. Los animales no humanos, por lo tanto, no conocerían la justicia como tal, y los humanos sólo la entenderían cuando el cúmulo de conocimientos y experiencias de vida permitiera al niño diferenciar lo justo de lo injusto.
¡Gracias a Dios, existen los científicos! Tal como menciona el biólogo Fernando Reinach en su interesante artículo para el diario El Estado de São Paulo, en 2003 el investigador holandés Frans de Waal, especializado en psicología y etología, publicó un experimento clásico: ubicó a dos monos en jaulas vecinas y los entrenó para devolver pequeñas piedras colocadas en el interior de sus jaulas. Por cada piedra entregada, se les daba una rodaja de pepino. Lado a lado, los dos monos fueron capaces de repetir la tarea varias veces, saciándose con trozos de pepino.
Pero sucedía algo sorprendente cuando uno de los monos era recompensado con una uva, preferida por los monos por sobre el pepino: el mono que recibió la uva seguía devolviendo las piedras. Pero el otro, que podía observar el pago superior recibido por el vecino, se rebelaba. Dejaba de entregar piedras (¿huelga?) o tiraba el pepino en el científico que lo entrenaba (¡manifestación!).
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
Leíste bien: el monito que recibía un pago menor se negaba a cumplir con la tarea mediante la observación de que su vecino recibía un salario más alto por el mismo trabajo. Un mono.
Lo que este estudio muestra es que la aversión a la injusticia es un rasgo biológico heredado, y por lo tanto independiente del aprendizaje o de la cultura. Los monos y los seres humanos, así como otros animales sociales tales como el perro, el delfín y el lobo, nacen con un instinto de justicia, al igual que el hambre y el deseo sexual.
Aquellos líderes empresariales que nos piden cursos de motivación probablemente no consideran ese, llamémosle así, “instinto animal” de sus colaboradores. Los humanos naturalmente desean y buscan la justicia, especialmente cuando lo que está en juego es la retribución por su expendio de energía, algo que la sociedad nombró coloquialmente según los patrones de la física: su trabajo.
Muchas, muchísimas organizaciones de nuestro medio mezclan conceptos como antigüedad, jerarquía, y desempeño individual para definir su política salarial. Ideas mucho más importantes para el modelo actual de sociedad y empresa, tales como la capacidad de aprender, innovar y compartir el conocimiento, las competencias de liderazgo y comunicación asertiva, el desempeño colaborativo y la competitividad, no hacen parte de la mayor parte de los modelos de remuneración, y eso es, simplemente, injusto.
Se les pide una cosa, pero se les paga por otra. El más antiguo gana más que el mejor. El que tiene más títulos gana más que el que piensa y hace. La comisión del egoísta es superior a la del generoso. Conclusión: así como los monos del experimento, un colaborador que siente que no se le trata con justicia ¡estará todo menos motivado!
Mi metys es: el primer eslabón de la motivación es la justicia. Premios, bonificaciones y comisiones, son agregados interesantes. Pero lo esencial en la motivación de los colaboradores de una organización es la equidad de oportunidades, una política de remuneración basada en desafíos y méritos, y el reconocimiento del trabajo bien hecho.
Empleado: ¿Sos de los monos que merecen uvas, o con pepinos ya da ya?
Empresario: ¿Estás dando uvas al mono correcto? ¡¿O pagando con pepinos a tus mejores talentos?!
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Posdata: recientemente, un intrigante tipo de comportamiento se detectó, pero ahora sólo en los chimpancés y los niños humanos de hasta 4 años. En nuevos experimentos, se demostró que en ciertas situaciones dónde se necesita el trabajo particularmente colaborativo, el chimpancé al que se ofrece el pago más valioso (uva) se niega a recibir el pago, a menos que su pareja reciba el mismo pago. Esto se conoce como la “aversión secundaria a la injusticia”, y por más sorprendente que parezca, es real.
Este comportamiento se explica de la siguiente manera: el mono pagado es capaz de predecir la mala reacción del mono mal pagado, lo que no le conviene. Anticipándose a esta reacción, evita la injusticia, apostando por la posibilidad de seguir trabajando junto a su par en el futuro.
El mono renuncia a la mayor remuneración para asegurar el "trabajo" de ambos en el futuro. Y me pregunto: nosotros, los humanos… ¿evolucionamos?