La “orden superior” apareció con todo, policías correteando para atrapar con saña a la gente candorosa. El tumulto de la “pintata” fue generado por la “policía cartesista”, por nadie más. Lo hicieron para endilgar delitos a los grafiteros y apresar a los líderes de la gran “caminata cívica” emprendida hacia la capital desde CDE, por más de 300 km, con el objeto de concienciar y reclamar el fin de la corrupción generalizada y la inmediata cesación del estado mafioso en que se sumerge a la república del Paraguay.
Pero para el sistema hampón no hay nada más molesto que el pensamiento, las causas y los principios. Luchar por ideales supremos con una profunda convicción, produce urticaria, porque estos propósitos no tienen precios, no se compran ni se venden, ni se ofrecen en la calle al mejor postor. Tanto molesta al gobierno los ejemplos altruistas, que los secuaces ya han decidido arrancar de raíces cualquier indicio catequizador, sin importar los medios ni los métodos, porque toda la estructura pandillera de los 3 poderes, está en jaque y en peligro de capitulación sin consuelo.
Precisamente, notamos a una justicia sumisa, rastrera y servil que se halla completamente narcotizada, sedada y atolondrada. Por lo tanto, esta organización jurídica se volvió inútil, ilícita, oportunista, sinuosa, tilinga, abusiva y arbitraria, que se inquieta ante la honradez y despierta enérgica para aplastar la ética y la moral. Impartir justicia con este cuadro y modelo, jamás se podrá concretar. Tan poseída está y totalmente dominada por la mafia, que los fiscales, jueces y magistrados, aligeran los procesos a modo de agradar y satisfacer a sus mandantes, los jefes capomafiosos.
La organización delictiva llamada “poder judicial” atiende sugerencias, enfrían sumarios y solapan sentencias con un agudo “criterio político”, pero íntegramente revestida de legalidad con kilométricas invocaciones de los articulados. Esta celada ha dejado sin aliento a miles de inocentes ciudadanos que se debaten entre la vida y la muerte cívica. Esas letales trampas montadas en voluminosos expedientes, son las que están causando añicos a la sociedad y están triturando a la patria.
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Más de 40.000 abogados existe en el Paraguay, profesionales que no abogan, ya que el negro antifaz lo invita al asalto, al hurto y al escamoteo legalizado en consonancia a la estructura gansteril. La justicia descansa sobre estos cimientos inmorales, entonces se produce una injusticia en cantidades industriales, porque solamente interesa, importa y se le da validez al “precio”, al “peculio”, a la “transa” y a lo que se pueda obtener fruto de los tejes y manejes, de los laberintos e intríngulis que se pudieran fraguar.
¡Pero con que celeridad apareció la imputación a “Payo” y sus amigos! A todas luces, dirigida y manipulada por el “patrón” de turno. Una acción judicial tapizada de una profunda anticonstitucionalidad, ya que viola el articulado Nº 138 de la CN que dice: “Se autoriza a los ciudadanos a resistir por todos los medios a su alcance”, y continua: “El pueblo en ejercicio de su derecho de resistencia a la opresión, queda dispensado de cualquier orden jurídico”.
Este mandato constitucional paraguayo tiene su simiente en el artículo 35 del Derecho a la Rebelión, de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, perteneciente a la Revolución Francesa, como así también en el Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que dice: “Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es el más sagrado de los derechos y el más indispensable de los deberes”.
Basado en estos preceptos, el primer ministro de Singapur, Lee Kuan Yew, había pronunciado una célebre frase que pinta en cuerpo y alma la realidad paraguaya: “Si quieres derrotar la corrupción debes estar listo para enviar a la cárcel a tus amigos y familiares”. Nada más sensato. Es precisamente lo que se debe ejecutar en Paraguay. Pero es la mafia la que no desea, se opone y no permite que la república se depure y se libere. La emancipación del pueblo y el saneamiento moral de la república, será la victoria más grande de la historia paraguaya.
Esta medida liberticida de la policía y de los fiscales Stella Marys Cano-Javier Díaz Verón, es una señal elocuente de la putrefacción institucional. Hay una descomposición oficial terrible que ha crecido al amparo de la corrupción, siendo copada por la mafia y sus matones. El continuismo stronista está causando estragos en la sociedad. La pudrición ha rebasado todos los estratos y no ha respetado credo ni razas. Lejos está la ética y la equidad, motivo por el cual, un grupo de ciudadanos libres y decentes emprendió una digna lucha por la soberanía y la moralización de la patria.
A “Payo” lo tildan de “loco”, “tarado”, “patotero”, “perturbado” y hasta de “sicótico”. La citada fiscala llegó al colmo de dictaminar un examen psicológico y psiquiátrico a espaldas de la defensa, sin orden de un juez. Por cualquier medio están queriendo hacer creer que “Payo” está “chiflado” para así desacreditar y desbaratar su lucha. Si las causas generosas por la patria lo vuelven tenaz, obstinado y enjundioso, entonces se trata de un “loco lindo”, de un romántico primaveral, de un idealista de colores. Esperemos que este linaje se reproduzca lo antes posible en el Paraguay, ya que es una especie colosal en vías de extinción.
Paraguayo Cubas se volvió el adalid de los sueños patrióticos, que juntos a sus amigos, fueron detenidos acremente por una supuesta “perturbación a la paz pública, lesión grave, resistencia y daño al interés común”, con una furiosa bravata de 10 años de prisión. Imputación ridícula, falsa y temeraria. Un invento traído de los pelos. En realidad, estas comedias oficiales se transformaron en una persecución política-jurídica.
La razón esgrimida por esta fiscal, es una melodía muy conocida para mis oídos, son los preceptos que formaron parte de las leyes represivas del tirano Alfredo Stroessner, quien sin escrúpulo engrilló a la ciudadanía por 35 años con “leyes moderadoras” como la Ley 323/55, la Ley 621/60 y la Ley 209/70, donde todos coreaban al unísono: “Defensa de la Paz Pública y Libertad de las Personas”. Misma cosa, mismo efecto. Violación de los derechos ciudadanos y cercenamiento de la espontaneidad popular. En consecuencia, se vuelve urgente derribar las murallas para un verde pastizal.