La famosa protesta y otro empate

Paraguay y Perú eran socios en el negocio de organizar el torneo, pero rivales a muerte -como todos- en materia deportiva. El partido entre ambos fue una batalla, no porque los jugadores se lo propusieran, sino porque el árbitro inglés, Maddison, hizo todo lo posible para perjudicarnos, según los protagonistas.

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Lo peor de todo es que, recuerda Robustiano Maciel, que ‘‘nadie se dio cuenta de que hubo cuatro cambios, por los problemas, por la suspensión, etcétera. Y en la planilla tampoco figuraba’’. Afirma que ‘‘El diario El Comercio de Lima publicó, dos días después, que Paraguay había hecho cuatro cambios, lo que no estaba permitido por el reglamento del torneo. Pero, como no había anotaciones, nadie se dio cuenta. Noceda entró por Riquelme, en el arco; Herrera debutó, y se quedó en el equipo hasta el final, sustituyéndome; Mílner Ayala reemplazó a Atilio López y, por último, para reforzar la defensa, Arce entró en vez de Romerito’’.

En Asunción, Ar-gol volvía a sus ataques y preguntaba, no sin razón: ‘‘¿Cómo es que entre ocho delegados y el entrenador no sabían las reglas del torneo?’’. Lo cierto es que, reunidos los delegados, votaron a favor de otorgar los puntos a Perú, desestimando el hecho de que en el acta del juego no constaba, lo que le pudo haber dado la razón a Paraguay. Y, si no hubiera sido por la prensa, no hubiera pasado nada.

El doctor Capurro protestó airadamente y presentó un pedido de reconsideración, pero solo Uruguay votó por Paraguay y perdimos en la mesa lo que en la cancha habíamos obtenido.

Las cosas se ponían cada vez más negras.

Es que con esos puntos, Perú subía al primer lugar, con 5, relegando a los demás competidores.

El juego entre Paraguay y Perú (2-2) tuvo estos protagonistas:
Paraguay: Riquelme (Noceda); Maciel (Herrera) y Cabrera; Gavilán, Leguizamón y Hermosilla; Berni, López (Ayala), Fernández, Romerito (Arce) y Gómez. Perú: Asca, Allen y Delgado; Villamares, Heredia y calderón; Navarrete, Drago, Terry, Barbadillo y Gómez Sánchez (Rivero). Goles: Gómez Sánchez, Terry, Rubén Fernández y Angel Berni.

Costaba olvidar este tropiezo, pero no tenía sentido seguir con los plagueos, y hubo que poner muy buena cara al horrible tiempo que le tocó vivir a la selección. Porque además de la derrota, se rompió el romance que había con la hinchada peruana, que comenzó a hostilizar a los jugadores.

Mílner Ayala fue suspendido por tres años para participar en torneos sudamericanos y prácticamente le cortaron la carrera. Volvió a Asunción y a Ríver Plate, de donde fue transferido, un tiempo después, el fútbol francés, donde culminó su carrera deportiva. La vida, que le dio fama y buen pasar, le cobró con creces la factura del despilfarro, y murió tristemente, tras un accidente automovilístico, en Asunción, en el 2001.

El 12 de marzo estaba marcado el siguiente capítulo del torneo, y volvería a jugar Brasil después de once días de descanso. Enfrentó a Ecuador, con suficiencia, pero no pudo exponer la misma eficacia goleadora exhibida ante Bolivia y ganaron, es cierto, pero con un magro 2-0, fruto de los goles de Ademir y Claudio.

En nuestro camino estaba Uruguay. Ambas delegaciones se llevaban muy bien. Pero en la cancha fue a ‘‘cara de perro’’. Fue un partidazo.

Los nuestros, tocados en su amor propio por los hechos del partido anterior, salieron con furia a hacerse del partido. Y casi lo consiguieron. Pero Uruguay es siempre ‘‘hueso duro de roer’’ y, más aun cuando la misión es confiada a jugadores que no son estrellas.

Ese día el equipo experimentó la primera modificación en la estructura que había estado trabajando desde el 8 de enero: lesionados, Maciel y Cabrera, ‘‘Lecayá’’ (Viejo) como los jugadores llamaran a Fleitas Solich, convocó al muy joven Melanio Olmedo y a Heriberto Herrera, quienes serían titulares a partir de entonces, en la línea de backs.

Al final empatamos 2-2, con goles paraguayos anotados por Atilio López y Angel Berni, mientras que Balseiro anotó los dos de los charrúas.

Recordemos a quienes jugaron aquel día:
Paraguay: Riquelme, Olmedo y Herrera; Gavilán, Leguizamón y Hermosilla; Berni, Lacasa, Fernández, Romerito y Gómez (López).
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