Ayrton Senna Da Silva, dejaba este mundo en la famosa e inolvidable curva “Tamburello”, durante la carrera en el Autódromo Enzo e Dino Ferrari en el Gran Premio de San Marino de 1994.
Fue un fin de semana sombrío con muchos incidentes ya que un día antes de su fallecimiento, el 30 de abril de 1994, también en otro accidente perdía la vida el piloto austriaco Roland Ratzenberger, tras sufrir una rotura en el alerón delantero de su monoplaza que fue a impactar en la curva “Villeneuve”, enlutando a toda la familia de la F1 y creando una atmósfera rara en aquella recordada jornada.
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El tres veces campeón del mundo, pilotaba el FW16 de Williams, del que se desprendiera una varilla de la suspensión y atravesara la visera de su casco, provocándole una fatal herida en la cabeza. Tras su muerte, el gobierno de Brasil decretó tres días de luto y un entierro con honores de Estado.
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Desde el fallecimiento en pista de los pilotos Ayrton Senna Da Silva y Roland Ratzenberger, la F1 ha implementado drásticamente nuevos sistemas de seguridad para salvaguardar la integridad de los pilotos.
Han pasado muchos años desde aquel entonces sin que se tenga este tipo de desenlace trágico en la categoría, salvo lo ocurrido en el mes de octubre de 2014, cuando Jules Bianchi sufriera un accidente en el Circuito de Suzuka (Japón), que le costaría la vida unos meses después.
No obstante, últimamente se viene trabajando intensamente sobre el punto, logrando hoy día insertar el que podemos considerar un elemento fundamental dentro de la categoría: El “halo”, que se puso a prueba en varios escenarios y bajo diferentes circunstancias.
El último gran accidente fue el de Romain Grosjean, quien salvó su vida luego de estrellar su monoplaza y prenderse fuego en el Gran Premio de Bahréin.
