Su brillante victoria en Laruns, en la primera cita con la alta montaña, acompañada del maillot amarillo de líder, le colocaron en el medio de un festín que, hasta ahora, parecía reservado para dos comensales.
Poco conocido, el ciclista del Bora, debutante en el Tour a sus 27 años, tiene clase, galones, experiencia y solidez para ser considerado más que un líder de circunstancias y, desde luego, un serio candidato al podio.
Como mínimo, porque su eclosión en el Tour coincidió con la constatación de que Pogacar todavía no ha alcanzado su mejor forma y que eso le convierte en un blanco fácil para sus rivales.
Entre ellos, ahora figura con letras doradas el nombre de un australiano de aspecto glaciar, que no deja entrever ningún sentimiento sobre la bicicleta, pero que acostumbra a arrancar carcajadas cuando se decide a hablar.
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Hindley es todo menos un ciclista del montón. Reputado por su amor a la bicicleta y su inoxidable capacidad de sacrificio, el australiano ya sabe lo que es ganar una gran vuelta, el Giro de 2022 que arrebató en el último suspiro al ecuatoriano Richard Carapaz, el mismo donde dos años antes había sido subcampeón.
Con esos galones se lanzó a descubrir el Tour y lo hizo con tanta seriedad que ha pasado semanas para reconocer las etapas y se ha preparado en altitud para estar lo más arriba posible el próximo día 23 en París.
Por eso, nadie se toma a broma su candidatura cuando asegura que no ha venido "a calzar a un ciempiés", una expresión propia que utiliza para asegurar que no está en el pelotón para ver los paisajes de la carrera.
Cuarto de la pasada Dauphiné, el australiano tiene argumentos suficientes para aspirar a algo importante en el Tour, siguiendo la estela de Cadel Evans, el único de su país que lo ha ganado.
"Estoy aquí para disputar la general, pero estoy aprendiendo, no quiero levantar muchas expectativas, quedan muchas etapas por delante", asegura el ciclista del Bora, que reconoce que atraviesa un buen momento de forma, pero que no sabe cómo responderá su organismo a la presión de tres semanas sobre el Tour.
PASIÓN DEL PADRE
Hindely heredó la pasión por la bicicleta de su padre, Gordon, un enamorado del ciclismo originario de Mánchester que continuó practicándolo cuando a finales de los 80 se instaló en Perth, en el oeste de Australia.
Allí nació Jai y su progenitor, convertido en instructor de bici, le colocó sobre una desde los 6 años, despertando una vocación que parece no tener fin.
Mientras sus amigos jugaban al rugby o tomaban cafés en las terrazas, el joven Jai pasaba las horas sobre su bicicleta o sintonizando en un pequeño televisor los canales europeos que transmitían las carreras.
Ser ciclista profesional en Australia es sinónimo de hacer las maletas y este admirador de la cultura europea lo hizo de forma paulatina.
Primero viajando con su padre por los diferentes macizos de Francia, recorriendo las cotas míticas que escuchaba en su pequeño televisor y saboreando las anécdotas que su padre, un gran admirador de Eddy Merckx, le contaba en las noches de verano en los campings donde pernoctaban.
Luego, ya de forma más seria, tras haber practicado un año el rugby, lo que le demostró que lo suyo con el ciclismo era más que una historia de amor pasajera, de la mano del equipo taiwanés Attaque Gusto, luego el Mitgchelton-Scott y, finalmente, el Sunweb, donde llegó en 2018.
Así, Hindley se fue abriendo hueco en el pelotón, siempre de forma discreta, siempre ganándose el respeto de compañeros y rivales que no dejan de alabar su simpatía.
El nuevo líder del Tour no pierde la ironía ni cuando con su recién estrenado maillot amarillo le invitan a describirse: "Soy un zurdo de Perth que adora montar en bici, la cultura europea y, como todos los australianos, los huevos revueltos en una tostada". Una biografía que se queda un poco corta.
