Así, en dicho ambiente casi espacial, empezó la propuesta con “Hipnosis”, de Félix Álvarez, y “Cosmos”, de Carlos Fossatti. Valiéndose de las penumbras y bolas de colores, al ritmo de beats los cuerpos se mecieron con fluidez y armonía, utilizando todo el espacio a sus anchas.
Ambas piezas trasladaron al público a un viaje astral, y dieron también la sensación de reflejar lo que podría pasar dentro de una mente en estado meditativo o de reflexión. Como un viaje personal.
Seguidamente vino “Entremés”, la creación de Joaquinho, donde propuso movimientos hasta de estilos inusuales como, por ejemplo, un vallenato. Ello irradió diversión y desestructura dentro de los conceptos que propone la danza. Aquí se transmitió también el trajín y la cotidianidad del ser humano en el mundo.
El final llegó con una poderosa propuesta del coreógrafo argentino Daniel Payero Zaragoza, quien trabajó con la compañía. Bajo el nombre de “Bestiario (nada dura para siempre, ni el dolor)”, Nastia Goiburú, Félix Álvarez, Rocío Ortiz y Lautaro Soto, desarrollaron la idea de cómo la gente lucha por sobrevivir en una sociedad que pareciera no dejar de ser cada vez más cruel y desarrolla así un instinto de supervivencia, sin saber si algo real los motiva.
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Además, con la utilización de este espacio alternativo, demostraron que como compañía están abocados a la exploración del movimiento en cualquier lugar y en sitios de diferentes dimensiones, porque tal como rezaba el leitmotiv de la última obra, “en la vida todo es aprendizaje”.
