Libro sobre vida cotidiana en tiempos de Stroessner

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“Contra el olvido – la vida cotidiana en los tiempos de Stroessner”, de Alcibiades González Delvalle, saldrá el próximo domingo con la edición de ABC Color a precio popular.

Es un trabajo conjunto con Editorial Intercontinental.

En 1954 se cumplieron siete años del desenlace de una de las guerras civiles más sangrientas que enfrentaron los paraguayos. Es la que se conoce como la “Revolución del 47”. Entre las consecuencias de aquella contienda figura la inestabilidad política que dieron al país siete presidentes en siete años. El último de esos casos tiene lugar el 4 de mayo de 1954 que abre el camino para la ascensión del general Alfredo Stroessner. El 15 de agosto de ese mismo año llega a la codiciada silla presidencial. Antes de Stroessner, solo el general Higinio Morínigo, en la década del 40 del siglo XX, la ocupó por un tiempo jamás alcanzado por nadie: ocho años.

En su primer mensaje al Congreso, el 1 de abril de 1955, Stroessner dijo: “La inestabilidad política del país era crónica. De 1904 a 1940, pasaron por el poder 22 presidentes, con un promedio de un presidente cada 19 meses…En el lapso de 1948 a 1954, yo fui el octavo Presidente”.

Tuvo razón Stroessner. Es muy pernicioso para un país la inestabilidad política que permite que los presidentes entren y salgan del Palacio de Gobierno a los pocos meses, o semanas, de instalados. Pero es mucho más nocivo que uno solo esté en el poder por más de tres décadas. Antes de 1954 la “inestabilidad política del país era crónica”. Pero después fue igualmente crónica la “estabilidad” que sepultó la alternancia democrática.

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También es cierto que en seis años Stroessner fue el octavo Presidente. Pero se “olvidó” de mencionar que tumbó directamente a dos, y a uno dejó que le tumbaran.

En los tiempos de la dictadura era menos peligroso tener en la casa armas de fuego que libros prohibidos. Para aquellas se podía obtener permiso de tenencia y portación. Para los libros, nada. La sola posesión de publicaciones “sospechosas” –y para la Policía el mero título ya era suficiente prueba de su “peligrosidad”– sirve para que su dueño vaya a la cárcel con el agravante de que la propios jueces avalaban tales procedimientos, sin importar ningún argumento a favor. En muchos casos un juez presentaba un libro como “el cuerpo del delito” para condenar a su poseedor. Hasta la tenencia de un libro religioso, como la “Biblia latinoamericana” sirvió para apresar y torturar a su propietario, como sucedió reiteradas veces con miembros de las organizaciones cristianas campesinas.