La responsabilidad más allá del fútbol

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Luis Alejandro Núñez López cuando vestía la casaca del   Luqueño, el club que marcó su carrera.
Luis Alejandro Núñez López cuando vestía la casaca del Luqueño, el club que marcó su carrera.

Además de recordar momentos de su carrera deportiva, Luis Alejandro Núñez, quien fue capitán y referente del Sportivo Luqueño hace dos décadas, dejó una rica enseñanza sobre lo que un futbolista influye en la sociedad y del valor del sacrificio para alcanzar el éxito.

Identificado plenamente con los colores de Luqueño, Luis Alejandro Núñez López (03/05/1980), y quien se desempeñó como volante central, también jugó en 12 de Octubre, Guaraní, Tacuary y Sportivo San Lorenzo –en nuestro fútbol–, y The Strongest boliviano. En su mejor etapa se convirtió en referente del conjunto auriazul, lo que le valió ser llamado para representar a la selección paraguaya de Fútbol en una Copa América.

Ahora, ya retirado y desarrollando su faceta de entrenador, intenta dar a los chicos el conocimiento que adquirió durante su carrera futbolística. Actualmente dirige la Sub 17 de Luqueño y en conversación con esta hoja, en pequeñas pinceladas dejó en claro cuáles son los conceptos como formador que maneja y que van más allá del aspecto técnico.

Para Luis, el atleta cumple un rol social muy importante y debe estar al tanto de lo que generan sus acciones. “Son personas muy respetadas. Cuando un jugador sale a pedir algo siempre encuentra respuestas. Eso habla bien del futbolista”, señala.

Por lo tanto, estos “son responsabilidades y el futbolista tiene que estar a la altura de eso. Son personas públicas, son gente importante, referentes para muchos chicos”. Menciona que “una buena acción genera buenas reacciones, principalmente en las criaturas. Te hacés un peinado y todos quieren copiarte. Decís ciertas palabras o demostrás ciertas actitudes, y el chico te copia. El futbolista tiene que ser consciente de la responsabilidad social que tiene y debe estar a la altura”.

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“Yo entreno a los chicos y les digo: ‘Yo entrenaba como bestia, me cuidaba demasiado’. Hasta ahora no tomo tereré, no tengo vicios. La última vez que me fui a una discoteca fue en 1998, por la fiesta de colación. Ya cuidaba todo, soy una persona que cuida mucho su imagen. Mientras ganás no hay problemas, pero cuando perdés te echan en cara que ‘fulanito estuvo en tal parte, que hizo tal cosa’. Entonces, yo cuidaba todo esos detalles. Me decía: ‘No les voy a dar esa posibilidad de que hablen de mí’, y más aún cuando fui capitán”, detalla.

Responsabilidad y sacrificio

Dentro de la comodidad de su casa, y al ver pasar a su hijo de 16 años, que está siguiendo sus pasos en el fútbol, manifiesta: “Le cuento a mi hijo cómo entrenaba, que tiene que hacer renuncias; que debe tener claros los objetivos; si no, no se va a llegar. No es fácil. He visto grandes talentos que no llegaron por eso. Tiene que ser un complemento: el talento acompañado por la responsabilidad y el sacrificio”.

“Para tratar de sobresalir tenés que hacer muchas cosas, tenés que renunciar indefectiblemente; renunciar a la parte más importante de la vida que es la juventud, cuando podés irte de aquí para allá y disfrutar como cualquier persona. Pero en el fútbol, si querés ser un jugador diferente tenés que renunciar al vicio, a los cumpleaños, a las salidas. Tu familia más importante pasan a ser tus compañeros, tu institución”, resume.

En su etapa de jugador estuvo en varias convocatorias y una de ellas fue para el encuentro por las Eliminatorias Sudamericanas rumbo al Mundial de Corea-Japón 2002, ante Argentina, el 7 de octubre de 2001. Además de recordar que por un momento estuvo a punto de debutar con la Albirroja, ya que el trámite del partido invitaba al seleccionador Sergio Markarián a ponerlo, le quedó una anécdota que ocurrió camino al Defensores del Chaco.

“En ese entonces concentrábamos en San Bernardino, y estábamos por alcanzar la Ruta 2. La gente saludaba y a lo lejos le veo a una señora con tres criaturas: una en brazo y las otras al lado”, relata. “A medida que se va acercando el bus, la señora le agarra a las tres y empieza a correr para alcanzar al bus y saludar. El profe (Juan Carlos) Tabarelli y yo saludamos y me dijo: ‘Luisito, cómo no te vas a matar en la cancha por esta gente. Imagínate todo lo que hizo esa señora, correr como 400 metros, solo para un saludo”, cuenta.

“Nunca se me borró esa imagen de todo lo que representa un futbolista. Por eso me decía que un jugador no le debe defraudar a la gente. Hay tantas cosas detrás, gente que no come para pagar una entrada o camina varios kilómetros para ver un partido. A esa gente no hay que defraudar”.

Mamá y sueño no cumplido

Detrás del Luis Núñez jugador se encontraba el apoyo de su familia, en especial de su mamá Yolanda, ya fallecida. Al recordar el regalo que le hizo, tras volver de la Copa América 2001, lo vidrioso de sus ojos decían todo. Su primera casaca albirroja fue para ella. Aunque “no solo la camiseta, sino el primer sueldo también. Eso era ley en casa. Cumplí con todo. Le obsequié la camiseta que usé en la Copa América. Es un lindo recuerdo. Son las personas que siempre están contigo, apoyándote, orientándote y ayudándote en todo lo posible para que puedas tener las herramientas para surgir en la profesión. No es fácil, es muy complicado. Creo haber recibido toda esa ayuda por parte de mi familia”.

Cuenta que charlaban bastante, “ella era fanática de mi carrera. Lamentablemente a ella no le pude cumplir el sueño, de llevarla al exterior. Falleció en el 2007. No se pudo dar la posibilidad de llevarla afuera y de disfrutar un poco. Era su sueño salir del país”.

El club que lo marcó

Núñez debutó a los 19 años, con Carlos Kiese como entrenador, frente a Cerro Porteño, en el estadio General Pablo Rojas en el 2000. No obstante, señala que debido a huelgas de jugadores, a los 16 años ya estuvo en el banquillo mas no ingresó. “Ese año, Luqueño tenía un plantel muy frondoso, de buenos jugadores que estaban en la selección. Entonces, un jugador de la casa tenía mayores dificultades de ser parte del plantel profesional”, destaca.

Tras su debut tuvo “la oportunidad de seguir de titular. Hay varios tipos de jugadores: el que quiere jugar de titular, el que se conforma con estar convocado, o estar en el plantel. Yo tuve el objetivo claro de jugar siempre. Me asenté bastante rápido y tuve regularidad. En el 2001 prácticamente fui el único jugador que estuvo en todos los partidos sin ser cambiado. Luqueño llegó a una final, después de muchos años, contra Cerro Porteño. Lamentablemente perdimos. Pero eso me valió para, con 21 años, irme a la Copa América”.

Se ganó la cinta de capitán y se convirtió en un referente del club. No obstante, no estuvo presente en la gran campaña del equipo en el Apertura 2007, cuando fue campeón. “Salí en 2006, me fui al The Strongest y volví para el Clausura 2007. Como hincha luqueño, muy contento y feliz; por no ser partícipe, lógico, me queda la espinita pero muy contento por lo que logró”, subraya.

Al año siguiente, defendió al club en la Copa Libertadores. Relata que ese torneo arrancó en Chile frente al Audax Italiano. “Ganamos por 2-1 y yo marqué el segundo gol. Empezar una competencia internacional, después de 18 o 20 años sin estar, con un triunfo y marcar el gol… al llegar al aeropuerto nos recibieron en caravana hasta el club. El fanatismo del luqueño es tremendo”, valoró.

Antes de recorrer clubes de la Liga Sanlorenzana, Luis decidió poner fin a su carrera futbolística en 2011, en filas de San Lorenzo, entidad de la ciudad que lo vio nacer. Posterior a esto comenzó a involucrarse en la dirección técnica y estuvo en el banquillo auriazul a finales del Apertura 2018, siendo técnico asistente de Héctor Schönhauser.

@neryjavier8