Cuando el Ciclón impuso lo suyo en 1973

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Pedro Rodríguez, Justiniano Enciso, Alcides Báez, Carlos Jara Saguier, César Ortiz Aquino, Valentín Mendoza (de pie), Félix Marín, Juvencio Osorio, Gustavo Torres, Nino Arrúa y Pedro A. Bareiro.
Pedro Rodríguez, Justiniano Enciso, Alcides Báez, Carlos Jara Saguier, César Ortiz Aquino, Valentín Mendoza (de pie), Félix Marín, Juvencio Osorio, Gustavo Torres, Nino Arrúa y Pedro A. Bareiro.Archivo, ABC Color

Hoy se cumplen 47 años de aquel 26 de abril de 1973 cuando en el estadio de la entonces Liga Paraguaya de Fútbol, en Sajonia, el equipo de Cerro Porteño más que nunca ratificaba e imponía el mote de Ciclón con la resonante victoria sobre el Botafogo de Brasil por 3-2 luego de ir perdiendo 0-2 y remontar en solo tres minutos con los goles sucesivos de Juvencio Osorio, César Ortiz Aquino y Jorge Escobar. Fue uno de los partidos de semifinales de la Copa Libertadores de aquel año. Al día siguiente, Botafogo pidió anular el juego.

“Esto sí que fue grande. Estuvo envuelto en la grandiosidad de la impotencia, de los nervios crispados, de la rabia reprimida y de la apoteosis después en esos cortos minutos en que toda la brillantez, contundencia, galanura y expresión de fútbol fino salió por fin a relucir rompiendo con esa mala suerte que oprimía al equipo...”, fue el análisis inicial del colega, el doctor Juan Crichigno, el designado en cubrir aquel enfrentamiento internacional para ABC Color.

El siguiente párrafo del comentario decía: “Y fue así nomás. Así, en toda la formidable expresión de ese fútbol que puede hacer Cerro cuando se revolvió de las pesadas cadenas que lo forzaban a una imposibilidad que se prolongaba interminablemente. Rompió con el hechizo que lo envolvía, con la penuria de esos goles que los tenían atados. El Ciclón surgió nunca como ahora en toda la formidable manifestación arrasando al que tenia enfrente, a ese que hasta se mofaba en el jueguito del pasatiempo, de la quietud desesperante, del fútbol antifútbol que por momentos expuso respaldado por esa ventaja que le acordaba ya casi un triunfo.

Se revolvió como el que era realmente, como el Ciclón gigantesco, arrollando a su paso, dejando el griterío del gol que se repitió con una intermitencia inacabable. Así estableció la victoria, así llegó a un triunfo, que fue tal vez el más difícil, el mis trabajado, el que estuvo siempre recluido dentro de un nerviosismo acrecentado por las cosas que no sellan, pese al trabajo que realizaban. Y los que estaban amañados, buscando una ventajita, pellizcando un favorcito salieron despavoridos a correr, a tratar de jugar como debían haberlo hecho siempre. Es que en mañas también son campeones, aunque nunca hay que considerar a este factor como un aliado incondicional, porque como en esta también se vuelve en contra y elimina toda labor.

Se habrán ido refunfuñando, buscando un porqué de las Cosas que estaban tan claras en sus mismas pésimas acciones en el campo y al margen del fútbol. Estaba en esa misma expulsión de Jairzinho que llegó en la segunda etapa como pudo haber llegado mucho antes en situaciones similares. Se fueron con la desdicha de la derrota cuando ya tensan el triunfo a su merced. Pero, este Cerro, perdiendo, luchando con los imponderables del azar o de una homogeneidad que estaba rompiéndose, tenía la fuerza suficiente, la situación moral aún resplandeciente como para seguir luchando y hacer verdad de una esperanza de victoria.

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Se fue la noche, en este partido que queda para la historia por el final electrizante en la lujuria futbolística de este Cerro que pudo realizarlo en el corto trecho de tres minutos. Es que el Ciclón está para cualquier cosa como en esta que no la sacó de la galera del mago, sino de su tremenda capacidad para llegar a la victoria”, finaliza la emotiva crónica del doctor Crichigno.

@micacere