En mayo pasado, el río Paraguay superó casi ocho metros su nivel normal, fenómeno que afectó a más de 12.000 familias, solo en Asunción. De forma contraria, hoy este curso hídrico presenta una aguda disminución de su caudal, a tal punto que, de acuerdo a Esteban Dos Santos, presidente del Centro de Armadores Fluviales y Marítimos del Paraguay (CAFyM), de persistir esta situación, nuestro país corre el riesgo de desabastecimiento de combustible, y se verán afectados también otros productos de importación y exportación.
En relación a la bajante, el subdirector de Hidrología de la Dinac, Nelson Pérez, explicó que esta situación es normal, teniendo en cuenta que estamos en periodo de estiaje.
Indudablemente, lo que está ocurriendo no solo pone en zozobra la economía de muchos sectores de la producción, sino, además, saca al descubierto causas y efectos relacionados con esta realidad, que al parecer se irá agravando por un tiempo más. Al respecto, referentes del Departamento de Meteorología de la Dirección Nacional de Aeronáutica Civil (Dinac) informan que en los próximos meses se esperan pocas lluvias, a tal punto que el año se cerraría con un déficit de agua caída.
Aparte del golpe económico que supone, esta situación desvela otra realidad conectada a la salubridad y el medio ambiente. Nos referimos al tremendo impacto de las toneladas de basuras que va dejando tras de sí la bajante, y que de hecho presupone que los ríos, arroyos y lagos en nuestro país se han venido utilizado como simples vertederos, donde son arrojados todo tipo de desechos. Para mayor gravedad, gran parte de esos residuos está compuesta de basuras inorgánicas, cuya descomposición tarda cientos de años. Durante ese tiempo, la degradación de las mismas ocasiona diversos tipos de contaminación, que en última instancia representan un foco de enfermedades a las que están expuestas las personas.
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La realidad de las condiciones ambientales que hoy presentan todas las riberas, a lo largo de ríos, arroyos y lagos, es calamitosa. Hay basuras por doquier, de todo tipo, arrojadas desaprensivamente por los propios ciudadanos que deberían cuidar el medioambiente, ante la indiferencia de autoridades que muchas veces aterrizaron en sus cargos más por motivaciones políticas que por el deseo de servir a la sociedad. Tampoco faltan empresas comerciales o industriales u otras entidades que, sin ninguna consideración, en flagrante violación de las leyes ambientales, arrojan sus deseperdicios y contaminan los ecosistemas hídricos.
De acuerdo a la Ley 3239/07 de Recursos Hídricos, cuyo órgano de aplicación es el Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible (Mades), este debe regular la gestión integral de todas las aguas del territorio nacional, a fin de hacerlas social, económica y ambientalmente sustentable para los habitantes de la República. Pero, es evidente que se trata de una institución decorativa más, de las tantas que abundan en nuestro aparato estatal que, por debilidad, deficiencia estructural o simple desidia, no cumplen con sus objetivos a pesar de que son una pesada carga para el Presupuesto.
En efecto, las autoridades hacen caso omiso a la mayoría de las normativas legales, o simplemente “se pasan la pelota” de la responsabilidad con otras instituciones. En estos días el Mades les recordó a las Municipalidades que la Ley N° 3956/09 de Gestión Integral de los Residuos Sólidos en el Paraguay, les asigna la atribución de recoger la basura de la ribera de los cursos hídricos, como la que actualmente va quedando en las distintas playas. En Asunción, esa misión la están cumpliendo esencialmente efectivos de las Fuerzas Armadas y de la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN), porque la Municipalidad es incapaz de utilizar a sus millares de funcionarios para hacer algo útil por los contribuyentes. Debe destacarse en este punto el loable ejemplo de los jóvenes de la localidad de San Antonio, que se han volcado a limpiar las playas del lugar.
Lo mismo puede decirse de los municipios que rodean al lago Ypacaraí, que hubieran reaccionado con firmeza para limpiar ese valioso recurso hídrico en sus respectivas jurisdicciones, o gestionar medidas más concretas y duraderas, como, por ejemplo, el dragado que podría solucionar en buena medida la gran contaminación que está matando el lago. En mucho tiempo no tendrán una ocasión como la actual bajante de las aguas, pero una vez que el lago vuelva a su cauce normal, las autoridades de esos municipios volverán a realizar sus tradicionales reuniones para proponer fantasiosas soluciones, como viene ocurriendo desde hace al menos medio siglo.
De continuar la ineptitud e indiferencia de las autoridades para recoger las inmundicias arrojadas a las aguas, y la irresponsabilidad e inconsciencia de los ciudadanos que las utilizan como basureros, solo queda rezar el réquiem por nuestros recursos hídricos, que antes que servir para el disfrute de la gente, se van convirtiendo en focos de enfermedades cada vez mayores.
Nuestros ríos, arroyos y lagos se han transformado en verdaderas cloacas, situación ante la cual ya no se puede seguir mirando a otro lado.