Se espera para hoy el arribo de un millón de dosis de vacunas anticovid Pfizer generosamente donadas por Estados Unidos al pueblo paraguayo, con lo cual en un solo día se duplicará la disponibilidad que se tuvo hasta aquí en todo lo que va del año. Hay negociaciones avanzadas con proveedores y buenas perspectivas para que, a partir de ahora, haya un abastecimiento regular y constante, pero en gran medida depende de que el país demuestre capacidad de trasladar rápida y masivamente los antígenos a la población y de dar un gran salto en su muy retrasada campaña de inmunización. Para que ello sea posible, hay que liberar de una vez la vacunación para todos los mayores de 18 años, extender los horarios, movilizar a las organizaciones que puedan colaborar y decretar feriados sanitarios para agotar cuanto antes las partidas existentes y estar listos para recibir las próximas.
Para decepción de la ciudadanía, sin embargo, ahora que por fin tiene las vacunas, el Gobierno sigue dando señales de lentitud e indecisión, pese a que Paraguay es por mucho el país que menos ha vacunado en la región y el que presenta el mayor número de muertes por covid por millón de habitantes en todo el mundo. Nuevamente se prepara para establecer restricciones por grupos de edad, por grupos de riesgo, por enfermedades de base, por actividades “esenciales”, todo lo cual no solamente ya es injustificado a estas alturas, sino que es muy difícil y engorroso de controlar. Para lo único que van a servir estas nuevas restricciones es para complicar innecesariamente el proceso, generar todavía más descontento, exponer peligrosamente la salud pública y, no menos importante, comprometer estratégica y logísticamente el flujo de aprovisionamiento.
Si bien el ritmo de vacunación ha aumentado esta semana, con un récord de 55.000 por día, sigue siendo sumamente insuficiente. Estamos ya a la mitad del año y todavía falta vacunar a 4 millones de personas, eso sin tomar en cuenta la posibilidad de que se amplíe la franja etaria a mayores de 12 años. A este paso se tardarían meses solamente para administrar la primera dosis a la población adulta, y hay que considerar la segunda dosis y el hecho de que el año que viene, salvo que la evidencia científica indique lo contrario, hay que volver a vacunar. Es obvio que se necesita un esfuerzo muchísimo mayor sin pérdida de tiempo para cumplir el objetivo.
Hay que eliminar todas las trabas, facilitar y agilizar al máximo el proceso y vacunar a todos los que se acerquen, sin distinciones de ningún tipo más que la edad mínima. Cada vacuna que se aplica es una vida que se salva potencialmente, lo que de por sí es fundamento más que suficiente para aplicar todas las que se puedan en el menor tiempo posible.
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En el mismo sentido, desde el punto de vista del interés general, cuantas más personas vacunadas haya, no importa su edad, condición o profesión, menor será el número de contagiados y mayor la posibilidad de contener la propagación. Para torcer la tendencia y vencer la pandemia, con disminución de los contagios, las internaciones y las muertes, y así comenzar por fin a volver a la normalidad y poner al país plenamente en marcha, es extremadamente importante alcanzar una “inmunidad de rebaño” capaz de cortar la circulación interna del virus, lo que constituye otra razón crucial para vacunar masivamente, lo más rápidamente que se pueda y sin miramientos.
El temor del Gobierno de que no alcancen las dosis es infundado. Por un lado, no tiene ningún sentido guardar vacunas en depósitos en las actuales circunstancias, hay que tratar de usar todas las que se tengan a mano cuanto antes. Pero, además de eso, aunque pueda parecer contradictorio, la utilización rápida y masiva de las dosis existentes es un factor crucial para conseguir más vacunas. Primero porque así se les demuestra a los proveedores que somos serios cuando les pedimos que nos adelanten las partidas. Y segundo porque de esa manera se libera la capacidad logística necesaria para recibir, almacenar, manipular y distribuir los biológicos, con todas las complejidades que ello implica, un área absolutamente clave en la que, vale la pena destacarlo, está colaborando activa y gratuitamente el sector privado.
Para cuando se acabe este millón de dosis de la Pfizer ya comenzarán a llegar semanalmente, a partir de la segunda quincena de julio, los lotes del otro millón que adquirió el Gobierno de esa misma marca, a lo que deben sumarse las existencias de las de Moderna, Covaxin, lo que resta y debe llegar de la Sputnik V, las de AstraZeneca que nos debe el mecanismo Covax, más todas las otras que se están gestionando tanto oficial como privadamente. En general, las condiciones del mercado internacional de vacunas anticovid se presentan más favorables en el segundo semestre, por una disminución relativa de la demanda y una ampliación de la oferta, tanto por el aumento de la capacidad instalada de los fabricantes como por la irrupción de nuevas variedades que están en fase final de aprobación.
Por lo tanto, la solución al problema de la disponibilidad ya está bien encaminada; ahora hay que concentrarse en la ejecución. A la par de eliminar restricciones y extender el horario en los 216 vacunatorios del territorio nacional, una vez estén distribuidas las dosis de la gran partida que llega hoy, se deben decretar feriados sanitarios con atención 24 horas, concurso de voluntarios, de organizaciones civiles y políticas, municipalidades, iglesias, para tratar de revertir en tiempo récord la angustiante situación que vive el país.
La ciudadanía estará más que dispuesta a colaborar, pero es el Gobierno y personalmente el presidente Mario Abdo Benítez y el ministro de Salud, Julio Borba, quienes tienen que liderar la movilización nacional con coraje y determinación. Con 13.500 fallecidos, 600 internados en terapia intensiva y menos del 10% de la población vacunada, no es tiempo de seguir titubeando.