PUNTA ARENAS, Chile (AFP). “Las condiciones de los restos encontrados del avión hacen prácticamente imposible que existan sobrevivientes a este accidente aéreo”, dijo el jefe de la Fuerza Aérea de Chile (FACH) , Arturo Merino junto al ministro de Defensa, Alberto Espina, en la base aérea de Punta Arenas.
Las autoridades no descartaron “ninguna hipótesis” sobre las causas del accidente de este avión, fabricado en 1978 y que era uno de los más seguros de la Fuerza Aérea de Chile.
“Cuando mueren 38 compatriotas lo mínimo que se puede hacer es encontrar la verdad”, afirmó Espina.
El avión no desplegó ninguna señal de emergencia previo a desaparecer, lo que podría indicar que sufrió en evento abrupto.
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Hallazgos
Los restos del avión, un Hércules C-130, comenzaron a ser encontrados a partir de ayer en una de las áreas de búsqueda sobre las tormentosas agua del mar al sur del continente americano.
“Cuarenta y ocho horas después de su desaparición encontramos al avión”, dijo el ministro Espina.
Específicamente los restos fueron hallados en la llamada “zona tres” de búsqueda, un área de 30 km de radio, en la que trabajan alrededor de 23 aeronaves y 14 barcos de diversos tamaños de varios países para encontrar el máximo de elementos de la aeronave siniestrada.
Durante el operativo de rescate se encontraron esponjas que son parte de una de las alas de la aeronave, tren de aterrizaje, una rueda de repuesto, parte del sistema de carga de combustible y pedazos de tela que corresponden al interior de la aeronave. También hallaron bolsos, una mochila y un zapato pertenecientes a los pasajeros.
“Junto con los restos de las partes del avión que se han encontrado, se han encontrado restos de seres humanos que lo más probable es que sean parte de quienes viajaban en el avión C-130”, añadió Merino.
Con 38 personas a bordo –21 pasajeros y 17 tripulantes– el avión militar despegó en horas de la tarde del lunes desde Punta Arenas, en el extremo austral de Chile, rumbo a la base Eduardo Frei en la Antártida.
Perdió comunicación cuando sobrevolaba el paso de Drake, una de las zonas más tormentosas para la navegación, que separa al continente sudamericano de la Antártida. Conocido también como mar de Hoces, en alusión al navegante español Francisco de Hoces (siglo XVI), esta ruta náutica marca la unión del océano Pacífico con el Atlántico.
