China y Estados Unidos continúan su pulso por la supremacía económica

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GUERRA COMERCIAL CHINA - EEUU
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El enfrentamiento comercial que China y Estados Unidos llevan adelante desde hace tiempo, no cesa entre ambas superpotencias económicas, que desean el liderazgo mundial.

PEKÍN y WASHINGTON (EFE). El auge de un nuevo frente como eje central de la geopolítica global se cocinaba desde hace muchos años, especialmente tras la caída de la Unión Soviética y sus Estados satélite y con el crecimiento exponencial de las economías orientales a finales del siglo XX y principios del XXI.

Ahora, con iniciativas como las Nuevas Rutas de la Seda, Pekín trata de ganarse a la región, donde la influencia de Estados Unidos es notable, especialmente en países como Corea del Sur, Japón, Australia o Taiwán, vecinos con los que China no guarda buenas relaciones.

¿Nueva Guerra Fría?

“La guerra comercial solo es un factor. Hay una lucha por el poder entre una superpotencia establecida y una aspirante que quiere convertirse en la número uno y destronar a Estados Unidos. El enfrentamiento es mucho más grave y profundo de lo que muchos piensan”, opina Jean-Pierre Cabestan, profesor de Estudios Internacionales de la Universidad Baptista de Hong Kong.

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En otras palabras: “Hemos entrado en una nueva ‘Guerra Fría’ con China”, pero con diferencias, pues China está mucho más integrada en la economía mundial que la URSS, aunque también habla de un conflicto ideológico en el que la dictadura comunista en China “ha iniciado una ofensiva contra lo que llama ‘democracia occidental’”.

Otros analistas, especialmente estadounidenses, observan una competición comercial por una hegemonía en el futuro, que se enfocará en la ciencia y la tecnología, la economía, la política y la ideología.

Del comunismo al capitalismo

Pero, conviene no olvidar que buena parte del ascenso meteórico de China en las últimas décadas se debe precisamente al apoyo de Estados Unidos, que llevó a Pekín al libre mercado, dejando atrás la economía comunista, que los mantenía en la pobreza.

La débil China de entonces, con prometedores dividendos demográficos, se antojaba ideal para los líderes estadounidense de los noventa: “Estados Unidos asumió que China se convertiría en una economía de mercado y sería un amigo con el que pudiésemos trabajar, pero la gente ya no cree que China vaya a jugar de acuerdo a las reglas”, reflexiona el profesor de Ciencias Políticas Eugene Gholz, de la Universidad de Notre Dame (Indiana).

Durante mucho tiempo, en China se vio a Estados Unidos como un ejemplo a seguir para el crecimiento económico.

Crecimiento futuro

Ahora, los chinos reivindican el derecho a recorrer el mismo camino que en su día recorrió Estados Unidos para convertirse en una verdadera superpotencia.

“En el pasado, China era pobre y necesitaba inversión estadounidense. Ahora que no es pobre, ya no la necesita tanto como antes”, apostilla el director de Estudios Americanos de la universidad shanghainesa de Fudan, Shen Dingli.

Pero, los años del crecimiento milagroso a doble dígito en China son cosa del pasado, y pronto lo será también su época como “fábrica del mundo”.

A medida que los chinos se enriquezcan la competitividad de sus productos irá reduciéndose, y el yuan no podrá seguir siendo una divisa eternamente barata.

También es un tema de seguridad

Las sospechas de Washington sobre Pekín van mucho más allá del campo económico, llegando hasta los mismos cimientos del país: su defensa y su seguridad nacional.

En su último plan de ciberestrategia (2018), el Pentágono alertaba de que China supone, al igual que Rusia, un riesgo por sus “campañas persistentes”, en las que busca erosionar la capacidad militar y la vitalidad económica estadounidenses con ciberataques en los que extrae “información delicada” de instituciones públicas y privadas.