Otras medidas, como la designación de un misionero evangélico para ocuparse de asuntos relacionados con los indígenas aislados, muestran una voluntad de avanzar rápidamente con una agenda que mezcla los intereses de sectores del agronegocio con los de grupos ultraconservadores.
“Espero que ese sueño (...) se concrete. El indígena es un ser humano exactamente igual a nosotros, tiene corazón, tiene sentimiento, tiene alma, tiene deseo, tiene necesidades y es tan brasileño como nosotros”, dijo Bolsonaro al presentar el miércoles su proyecto de ley. Las réplicas no tardaron.
“Su sueño, Bolsonaro, es nuestra pesadilla y nuestro exterminio, porque la minería trae muerte, enfermedades, miseria y acaba con el futuro de nuestros hijos”, afirmó Sonia Guajajara, de la Articulación de Pueblos Indígenas de Brasil (APIB).
El proyecto de ley, que debe ser aprobado por el Congreso, es presentado como una reglamentación del artículo 231 de la Constitución, que trata del aprovechamiento de los recursos hidráulicos (energéticos) y de la búsqueda y extracción de riquezas minerales en tierras indígenas.
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La falta de reglamentación, según el gobierno, no ha hecho más que alentar “la inseguridad jurídica” y las actividades ilegales.
