Muchos varones nos hemos dado cuenta de que nuestros hijos necesitan durante toda su vida también de nuestra presencia. El compartir sus juegos, éxitos y fracasos, el saber escucharlos. El poder “perder tiempo” con ellos. A veces no hace falta hablar, simplemente “estar allí” y hacerle sentir que nuestra atención les pertenece por completo.
El padre José Kentenich, fundador de la obra internacional de Schoenstatt, nos dice: “Dios es omnipresente. El Padre debe ser omnipresente. Significa que los hijos están presentes siempre para él, al menos en su mente y en su corazón.
Para el padre, sus hijos viven en su corazón, en su imaginación, en su mente. Omnipresencia significa la plena entrega al tú de sus hijos, y por lo tanto, significa que, ante todo, no es él el centro sino que sus hijos son el centro. Para eso está él allí. Los hijos no están allí, en primer lugar, para él; es él quien está allí para ellos”.
Rezamos en familia: Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
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