Juan Pablo II nos cambió la vida

A 25 años de distancia de la visita de Juan Pablo II al Paraguay, histórica e inolvidable por cierto, quedan recuerdos vividos de aquellas jornadas del 16, 17 y 18 de mayo de 1988. Como catarata de estampas, se suceden las azarosas jornadas de preparación de la visita, confirmada un año antes, cuando el papa estuvo en la Argentina y que, aunque tropezaron con enormes dificultades, concluyó exitosamente.

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Para entender todo esto, debemos ubicarnos en el tiempo que vivíamos en 1988, cuando la “unidad granítica del Gobierno, Fuerzas Armadas y Partido Colorado” cerraban todos los caminos para la democracia, impedían las reuniones, y espiaban cada paso que los miembros de la Comisión de la Visita Papal daban, contestes de que se trataba más o menos de una conspiración de la oposición.

Recuérdese que en esos tiempos, la Iglesia impulsaba el Diálogo Nacional, al cual se negaron sistemáticamente los colorados stronistas, ya que otras carpas como el Mopoco se adhirieron totalmente a esta iniciativa que pretendía devolver la paz, la tranquilidad y la armonía dentro de la familia paraguaya.

Y el que la Iglesia movilizara miles de personas sin necesidad de arrear a la gente, ni sobornarlas con caña y vaka’i sacaba de quicio a los jerarcas de la época.

Sin embargo, desafiando todos los peligros, comenzó la preparación en ese marco que, lejos de amedrentar a los voluntarios, les impulsó a redoblar sus esfuerzos. Es así que la Comisión de la Visita Papal presidida por el Mons. Pastor Cuquejo comenzó a trabajar en mayo del 87, primero en el local de la CEP y luego en el tercer piso del edificio de Finansud, cerca de la iglesia de la Recoleta.

Las manos del dictador

Como miembro del equipo de Comunicación Social y jefe de Prensa de la Visita Papal participé de numerosas actividades previas, sobre todo para organizar lo referente al trabajo de la prensa que sin duda se abalanzaría al país, por el tema papal y otros, de neto corte político.

Una vez, en la sede de la Nunciatura, hubo una “cumbre” presidida por Mons. Cuquejo, por un lado, Conrado Pappalardo por otro, y moderada por el nuncio apostólico, Mons. Jorge Zur. Se trató el protocolo que se seguiría en el Palacio de Gobierno, durante la entrevista del Papa con el dictador.

Pappalardo explicó cuál era la costumbre aquí y, entre otras cosas, dijo que “El excelentísimo señor Presidente no acostumbra a pasar la mano a la gente porque son muchas personas” a lo que el delegado del Vaticano respondió “Mire que el Papa va a pasar la mano a todos” y la discusión se centró durante unos minutos sobre ese tema, sin que nadie más opinara, hasta que el nuncio –un hombre pequeñito, de voz muy suave– con una sonrisa picaresca salió y dijo “Lo que pasa es que el Presidente tiene una enfermedad en las manos y por eso no saluda a la gente”, con lo que se puso punto final al tema. Era vox pópuli el tema de las manos de Stroessner, pero nadie decía una palabra…

El árbol seco

La visita papal duró tres días y cerca de una decena de actos. Uno de ellos, denominado “Encuentro con los constructores de la Sociedad” estaba marcado para el 17 de mayo, en el polideportivo del Consejo Nacional de Deportes. Desde un primer momento este tema provocó duros roces entre la Iglesia y los voceros del Gobierno, especialmente La Voz del Coloradismo. El acto pretendía reunir a líderes de diferentes sectores y presentaría la alegoría del árbol seco.

Esto consistía en representar la sociedad paraguaya de ese momento como un árbol seco, y el relator empezaría a explicar por qué se secó. Después, tras una transición, comenzaría la segunda parte, en la que se explicaría cómo podría rebrotar ese árbol, el cual sería vestido con hojas, flores y frutos, con una sociedad renovada. Lo que poco tiempo después Mons. Ismael Rolón definiría, después del golpe del 89 diciendo: “No se puede construir una nueva sociedad con hombres escombros…”

Este programa provocó la indignación de Stroessner y sus perifoneros y el dictador dispuso prohibir ese acto. En ese momento el Papa se encontraba en Bolivia y Carlos Talavera formaba parte de la comitiva periodística como director de radio Cáritas y a él le remitimos un fax contándole la disposición gubernamental.

No sé cómo hizo Carlos para que el mensaje llegara al Papa, lo cierto es que esa misma noche, menos de una semana antes de la anunciada visita, llegó la respuesta de Juan Pablo II “Si no se hace el acto de los Constructores de la Sociedad el Papa no va al Paraguay”.

Aquello cayó como una bomba.

Nos quedamos estupefactos, a sabiendas de que Stroessner era muy capaz de emperrarse en sus trece.

Felizmente lograron convencerlo y retiró la prohibición, pero la mantuvo para los funcionarios del Gobierno, autoridades nacionales, municipales y departamentales quienes no pudieron asistir a ese exclusivo encuentro con el Papa.

Antes y después

El Papa vino para: Fortalecer nuestra fe, Animarnos en la Esperanza, Canonizar a San Roque González de Santa Cruz y sus compañeros mártires, Entregar la cruz de la Nueva Evangelización a la juventud del país y claro que “No se puede encerrar a la Iglesia en los templos ni a Dios en los corazones de los hombres”, cita que resonó como un latigazo en el Palacio de Gobierno.

Ese mismo año, se fortalecieron los movimientos sociales, arreciaron los conciertos del “Nuevo cancionero” y se preparó una gran marcha ciudadana para el 10 de diciembre, aniversario de la Declaración de los derechos humanos. Ese día se registró la última violenta represión contra los manifestantes y, dos meses después, asomaba el sol de la libertad, en la aurora del 3 de febrero de 1989.

Reconquistamos nuestras libertades conculcadas durante más 30 años, salimos de nuevo a las calles sin temor, y comenzamos a soñar con una Patria nueva, como cantan los versos de Carlos Miguel Jiménez. Y desde entonces estamos en transición… ¿hasta cuándo?

Fotos: Gentileza de la Conferencia Episcopal Paraguaya

Mañana: El temor de Stroessner a las grandes multitudes

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