Los pro aborto trastocan todo valor y pretenden que el aborto sea venerado como símbolo de libertad y derechos. Según estas mismas organizaciones políticas, económicas e ideológicas es humillar a la mujer hacerle oír latidos de su bebe, ¿qué daño “colateral” puede hacer ello más que dar a luz a un ser humano? La mujer no ideologizada –no hablo de los casos de niñas violadas– que va a abortar nunca está tranquila ni completamente decidida, duda hasta el último minuto, su lucha es contra una situación por la que atraviesa y ante la cual se ha sentido sola y desinformada.
Es hora de dejar de usar y abusar de las mujeres sin formación. Es hora de rechazar la manipulación global en contra de la verdadera salud sexual y reproductiva. Que el negocio abortista quiera sentar base “cultural” en nuestra región y en el mundo entero es preocupante. No debemos partir de premisas falsas, no somos pobres porque nacen más pobres, somos pobres porque no hemos tenido líderes ni gobiernos humanistas que encaucen a las masas hacia la educación y el trabajo. Somos apenas 7 millones de habitantes y con mayoría analfabeta.
Lanzar noticias con titulares con términos de impacto como “fundamentalistas religiosos”, “ultraconservadores” “extrema derecha” a quienes defienden la vida del ser humano desde su concepción es tendencioso. No solamente religiosos y/o gente de derecha está en contra del peor de los crímenes. Los líderes abortistas forman parte del sistema de control de la población –y muy bien pagados– en nuestro caso para América Latina.
¿Pueden los pueblos a pesar del atropello legalista abortista, proteger a los niños por nacer? Yo creo que sí.
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Debemos volver al inicio, reordenar el sujeto, verbo y predicado: Todo bebé concebido tiene derecho a nacer. En pleno siglo XXI hay que defender una verdad inmutable.
“El aborto no es una señal de que las mujeres sean libres, sino de que están desesperadas” (Frederica Mathewes - Verde).