La palabra “outsider” no tiene traducción exacta ni definitiva en español. Aunque el vocablo se utilice frecuentemente en nuestro país, tampoco hay consenso sobre el concepto y sus alcances.
Dando un alcance extensivo al significado de la palabra, se podría considerar que Carlos Filizzola era un “fuera de sistema” en 1991 cuando ganó las elecciones para intendente de Asunción, en el inicio de la era democrática post-stronista, al no proceder de los partidos tradicionales. Sin embargo, la lucha política y gremial de Filizzola contra el régimen de Stroessner era pública y notoria como para creer que se trataba de un candidato desconocido que ganó sorpresivamente.
Tampoco fue un outsider el expresidente Juan Carlos Wasmosy (1993-1998), pese a tener nula militancia política cuando ganó (con trampa) la interna colorada de 1992. Su candidatura se debió a la decisión de los militares que echaron a Stroessner, encabezados por el Gral. Andrés Rodríguez.
Un outsider de esos años fue Guillermo Caballero Vargas. Sin actuación político-partidaria previa, creó un partido, el Encuentro Nacional, que se perfiló muy bien en las encuestas electorales previas, pero que fue derrotado ampliamente por los aparatos de los dos partidos tradicionales.
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Un caso similar al de Wasmosy en el Partido Colorado, pero proveniente del mundo de los medios de comunicación, fue Evanhy de Gallegos, que ganó las elecciones a intendente de Asunción en 2006 sin tener experiencia político-partidaria previa, impuesta en la interna por el entonces presidente Nicanor Duarte Frutos, quien la eligió por su amplio favoritismo en las encuestas preelectorales, las cuales finalmente se cumplieron.
Más cercano en el tiempo es el caso del expresidente y ahora senador Fernando Lugo, que tampoco provenía del mundo político-partidario cuando ganó la presidencia en 2008, con el detalle de que contó con el respaldo decisivo de la estructura electoral del PLRA, cuyos dirigentes advirtieron que con él podían ganar las elecciones.
Como si hubieran aprendido una lección, los colorados tuvieron también su outsider en 2013, con un empresario tabacalero sin ninguna militancia político-partidaria, conocido como dirigente deportivo “exitoso”, al que afiliaron para lanzarlo a la arena electoral y, con un gran respaldo de dinero, lograron que fuese Presidente.
Cartes quiso repetir la fórmula en 2017 lanzando a un desconocido en la militancia política como candidato a Presidente, Santiago Peña (exafiliado al PLRA), pero la jugada, pese a la importante inversión económica, fracasó.
El que sí pudo ganar, siendo totalmente ajeno al mundillo político, fue su candidato y actual gobernador de Central, el animador de fiestas Hugo Javier, sobre cuya administración hay ahora muchos comentarios y denuncias que posiblemente irán en aumento con el transcurrir de los meses.
Los antecedentes de nuestro país indican que en la mayoría de los casos, los candidatos novedosos, para ganar, se apoyaron en la estructura electoral de los partidos.
Una excepción reciente es la de Miguel Prieto, intendente de Ciudad del Este, que enfrentó con éxito a los dos partidos tradicionales en la capital altoparanaense, el año pasado. No obstante, en su caso, su popularidad estaba vinculada a su actuación pública previa como concejal.
La caída de Mario Ferreiro tal vez no signifique el fin del fenómeno de personajes que pueden ganar elecciones por tener notoriedad fuera del ámbito político-partidario, pero servirá para que los políticos profesionales tengan más argumentos contra ellos y también para aumentar el escepticismo y el desencanto que tiene una buena parte de la ciudadanía contra el sistema político paraguayo en general.