El Dante, Virgilio y la procacidad de Charlie Hebdo

Charlie Hebdo volvió a sus andanzas al publicar viñetas satíricas donde se muestra a las víctimas del terremoto de Italia depositadas entre escombros dentro de una gran pasta de lasaña. En el dibujo se lee: “Penne con salsa de tomate, Penne gratinado, Lasagna”. Al vislumbrar esta procacidad demencial que desea aparecer bajo el género literario de la sátira y la ironía se percibe con claros rasgos un estilo bufonesco, superficial y corrosivo, afín al más puro libertinaje cuyas burlas han sido de tan mal gusto que fueron execradas por las redes sociales universales, aunque también hubo mensajes de salutación y de apoyo a semejante sinrazón.

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¿Dónde ha quedado la cosmovisión devenida de la “Revolución Francesa” que abarcó en su tiempo a toda la civilización occidental? ¿Dónde han quedado los enaltecidos principios de libertad, igualdad y fraternidad que fueran proclamados a tambor batiente en todos los rincones del planeta? ¿Dónde ha quedado resguardada la doctrina fundamental de la sociabilidad natural del hombre y el principio de solidaridad universal ante las tragedias humanas establecida por el cristianismo y refrendado por San Agustín y tantos mártires? ¿O es que un estamento de la sociedad francesa niega hoy estos valores, admitiendo en su seno que el hombre es lobo del hombre y que la sociedad es un producto de la lucha por la supervivencia en el que los hombres se encuentran inmersos en el mismo instante del nacimiento, como decía Hobbes, Darwin, Nietzsche y Hitler?

La pregunta que surge espontáneamente es: ¿en qué doctrina se ha inspirado Charlie Hebdo para editar y publicar semejante engendro tétrico que aspira a ser tomado como una genialidad del sarcasmo y una original ironía con su cuota de humor? ¿O es que está cifrado solamente en una motivación pecuniaria que apela a un recurso cínico y amoral que intenta saciar la sed de sadismo y crueldad de un estamento corrupto de la sociedad francesa que se proyecta como una serpiente venenosa que trata de inocular su líquido letal a todo el cuerpo social?

Los derechos a la supuesta libertad de expresión ilimitada que ha sido exhibida alegremente y sin cortapisas deberían existir en función de los deberes que cada ser humano está obligado a cumplir, ya que la libertad irrestricta no es una finalidad en sí misma sino un medio para realizar a plenitud la personalidad del hombre y el bienestar de la sociedad.

Lo que hace Charlie Hebdo con un afán insaciable de lucro y notoriedad a costa del dolor ajeno es subvertir los valores tradicionales que habían caracterizado a la sociedad occidental, a saber: el respeto a la dignidad humana y a la jerarquía natural, el apego a los principios inalienables de la fraternidad y solidaridad y a la intimidad de la conciencia individual, poniendo como sucedáneo o agregado una moral basada en la más primitiva sensualidad y en el hedonismo procaz, incapaz de motivar un sentimiento generoso ni una actitud de servicio desinteresado para el bien del prójimo y de la sociedad, exhibiendo un racismo inaudito cuando se refiere a la muerte del niño Aylan profetizando que el mismo se hubiera convertido en un acosador sexual en Alemania.

Charlie Hebdo nunca ha ayudado a formar una opinión pública sana y constructiva, más bien se ha empeñado en crear divisiones, odios, contrariedades, pleitos y contiendas.

Nadie puede quedar indiferente hacia este desafuero incalificable. Ninguna persona que haya leído el semanario puede alegar que le ha sido indiferente y decir que la misma no merece aprobación ni desaprobación. Si la revista aludida sigue saliendo en el futuro con la misma tirada de ejemplares como si nada hubiera pasado deberíamos convenir que un gran sector de la sociedad francesa se encuentra severamente enferma, encapsulada en una indiferencia total, incapaz de responder al llamado a la solidaridad, en este caso con el pueblo italiano. Esta actitud de cobardía y pusilanimidad estaría avalando una revista escrita con la sangre de las víctimas del terremoto aludido.

Para refrescar la memoria del sufrido pueblo italiano deberíamos recordar la pregunta que le hiciera el poeta Virgilio al autor de la Divina Comedia, El Dante Alighieri: “¿Quiénes son estos sufrientes condenados que se encuentran a las puertas del infierno?”, preguntó Virgilio al insigne poeta. Y el Dante respondió: “esta miserable suerte está reservada a las tristes almas de aquellos que vivieron sin merecer alabanzas ni vituperios… que no fueron rebeldes ni fieles a Dios, sino que solo vivieron para sí mismos”.

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