María partió sin demora

Después de que el arcángel Gabriel invitó a María para ser madre del Mesías, le comunicó que su prima, la anciana Isabel, estaba en cinta y ya iba por el sexto mes de embarazo. En este contexto, “María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá”, lo que significaba dejar su ciudad de Nazaret y caminar unos 150 km. Recordemos que en este momento también ella estaba embarazada.

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María partió, no porque dudaba de la revelación divina, pero para alegrarse con Isabel, que tanto quería tener un hijo, y festejar más todavía, porque, de acuerdo con las leyes de la biología, ya no podría concebirlo. Sin embargo, para Dios nada es imposible y Él hace cosas sorprendentes para nuestra realización y felicidad.

Asimismo, ella se disponía a ponerse a servicio de Isabel, doblemente necesitada: por ser mayor de edad y por su gestación. Es encantador y profundo el encuentro entre estas dos mujeres: la madre de la Voz y la madre de la Palabra.

En nuestra fe afirmamos con inteligente razón que María de Nazaret es el ejemplo y prototipo de toda la Iglesia, o sea, de cada uno de los miembros de la Iglesia, que somos todos los bautizados. En muchas dimensiones ella es nuestro espejo, pero consideremos en este cuarto domingo del Adviento su regla: ir sin demora a auxiliar a la gente necesitada.

Sin duda, son muchos los necesitados, abandonados, solitarios, incomprendidos y estresados que están alrededor de nosotros. Son enfermos del cuerpo, enfermos del alma, enfermos en las cárceles, asilos, incluso en mansiones lujosas, pero carentes de afecto y de respeto.

Ir hacia el otro para mostrar apoyo y solidaridad es un deber que ha de apremiarnos la vida toda, especialmente si deseamos celebrar la Navidad con un corazón lozano y centrado en valores que generan esperanza.

“La Iglesia es madre, como María. En ella tenemos un modelo. Alojar, como María, que no dominó ni se adueñó de la Palabra de Dios sino que, por el contrario, la hospedó, la gestó y la entregó”, nos dijo el Papa Francisco en la Misa de Ñu Guasu.

Entregar, compartir y difundir la Palabra de Dios, que es una persona, es Jesucristo que nace en un pesebre, es un compromiso que tenemos y para cumplirlo debemos, como María, partir sin demora, sin dejar que el egoísmo y los malos justificativos nos despisten.

Finalmente, en estos tiempos evitemos los petardos amenazadores y las inadmisibles balas perdidas.

Feliz Navidad, mi hermano y mi hermana.

Paz y bien

hnojoemar@gmail.com

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