Trata de blancos... y morenos

“Escándalo sexual en el fútbol paraguayo”, decía el zócalo de un programa argentino de TV en el que se abordó el decadente espectáculo que dio un dirigente de fútbol, extorsionando por redes sociales a un jugador con el que antes mantuvo una relación personal, y quien al parecer pretendía cortar –también– el vínculo profesional que les unía. 

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La “historia” tenía todo lo que en el cine, la literatura y también en los medios vende: dinero, demostración de poder, sexo y demostración de poder de nuevo. Pero más importante que eso: era una exhibición sin desperdicio de la bajeza a la que puede llevar la condición humana cuando se juntan todos esos factores. Como era de esperarse, la noticia se presentó en principio como un escándalo gay, cuando hay mucho más detrás de eso: una despreciable ostentación de autoridad de un hombre resentido que se valía de su cuota de autoridad para vengarse de alguien que, por las razones que fueran, no quería seguir vinculado a él.

Para muchos la historia puede resumirse en que ambos se usaron, pero esto nos lleva inmediatamente al análisis del consentimiento que siempre se alega en los casos de acoso y hasta de abuso sexual y que es tan difícil de probar y también de descartar. No obstante, en este, como en otros casos que podrían tratarse de acoso, por pensar lo menos, hay elementos conducentes a una conclusión y ese elemento es el notorio abuso de la autoridad e influencia, que el dirigente tampoco se preocupó por disimular, todo lo contrario. Hizo una demostración pública de ese poder. 

El artículo 133 del Código Penal nos ahorra el trabajo cuando define al acoso y dice: “El que con fines sexuales hostigara a otra persona, abusando de la autoridad o influencia que le confieren sus funciones, será castigado con pena privativa de libertad”. Nada que agregar. Las mujeres vienen lidiando con este tipo de situaciones desde que el mundo existe, y cuando ocurre entre hombres hablamos exactamente de lo mismo. 

En tal sentido, fue oportuno el allanamiento que hizo la Fiscalía del club deportivo que tuvo como escenario esta historia. Si bien, al menos en principio no hay menores de edad involucrados, la bajeza con que actuó el dirigente de fútbol nos lleva a esperar de él lo peor. 

Y no, estimado Antonio, seudo presidente del club Rubio Ñu, no sos el protagonista de un escándalo gay y mucho menos su víctima. No se trata de que seas gay, ni siquiera se trata de sexo. Se trata de poder. Personas que se aprovechan de su cuota de poder para someter a otros merecen que les caiga encima todo el peso de la justicia.

pcarro@abc.com.py

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