Ante la escasa o nula asistencia del Gobierno, y desde el primer día del decreto presidencial de cumplir el aislamiento social, muchas familias de los barrios más populares se encontraron ante una cruda realidad: cómo van a cubrir sus necesidades y qué van a comer. La crisis golpeó diferente a las familias de la zona de la Chacarita, por ejemplo. Uno de los barrios más conocidos de Asunción que tiene una población de más de 15.000 personas, con una mayor población de niños, niñas, adolescentes y jóvenes.
Antonia Cabrera vive sobre la calle 14 de Mayo, en el barrio Ricardo Brugada, ella trabaja desde muy temprano a puro pulmón para organizar las ollas populares que son posibles porque la Pastoral Social provee de los insumos. En su zona cocinan todos los días para el almuerzo de lunes a sábado. Ella reparte desde el frente de su casa comida a unas 70 familias en su puesto bautizado “Misericordia”, las personas vienen con sus ollitas o bandejas a llevar la comida para sus familias.
“Hay tristeza, ansiedad, desesperación, todo se juntó. Nosotros los adultos estamos muy preocupados muchos nos dicen ‘mba’e oikopáta ñandehegui¡’ (que lo que va a pasar de nosotros). La necesidad y la depresión son impresionantes, siempre hubo mucha necesidad pero ahora se siente más, es mas notorio. Y la desesperación por no poder salir a trabajar es mucho más fuerte. Mi marido es herrero y a él le prohíben salir sin una autorización de la persona que le va a contratar y es lamentable este sistema, y no trabaja. Esa es nuestra situación en la zona de los bañados. Mucha gente no puede salir a reciclar, la Policía anda encima nuestro y solo les persigue a los pobres nomás. Nosotros dependemos del día a día, tenemos que salir únicamente a trabajar, porque nos duele escucharle a nuestros hijos decir mamá tengo hambre”, explica Antonia.
Nadie la está pasando bien y mucho menos los niños
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Antonia Cabrera nos comenta que no solo los adultos no están pasando bien, si no que los niños y niñas tampoco, no es fácil para ellos. “No pueden salir a jugar, no van a la escuela. Tenemos problemas con el tema de hacer las tareas que mayormente es virtual y acá no tenemos internet, no se tienen los medios, qué van a hacer. Es un problema para los que no tienen la capacidad para hacer virtualmente, y entonces directamente no hacen nomás.
“Eso genera otro problemas más para los padres o encargados, aparte de tener con está crisis muchos problemas se encima uno más. Ahora los profesores están dando mucha más tarea que lo que daban en aulas. No va acorde con la realidad.
“Es lamentable la forma en que están queriendo desarrollar el sistema educativo ahora con esta pandemia, muchos niños van a perder el año, porque no se puede aguantar así. Mi hija se fue a imprimir la tarea de su hijo que enviaron para un día unas 25 hojas de tareas. Le costó G. 18.000 la tarea de un día y si no tenés dinero qué vas a hacer. Lo que más nos cuesta conseguir por día es dinero. Y todo esto es un problema para los chicos que se sienten también tristes por no poder hacer. La depresión es colectiva, nos afecta a todos, a los chicos y a los grandes, y encima recae todo sobre los hombros de las mujeres, la tarea escolar, las tareas domésticas y de cuidado”, dice Antonia. Quienes deseen ayudar a la olla popular pueden hacerlo llamando al teléfono (0984) 423-155.
Ollas populares
Justa Mosqueira está en el Club 3 de Febrero, con las ollas populares que dan de comer al mediodía a unas 300 familias. Vienen a llevar la comida unas 120 personas para sus familias. Arturo Fleitas es el encargado del comedor “El Divino”, dan de comer generalmente a unos 80 a 100 niños por día. “Nosotros damos más a los niños y jóvenes para que coman el almuerzo. Estamos en la lucha cada día, pasando esta pandemia como podemos”.
