Pandemia arriesga el valor del voto

Este artículo tiene 5 años de antigüedad
Lilian Soto es autora y coautora de diversas publicaciones sobre temas relacionados a género y políticas públicas.
Lilian Soto es autora y coautora de diversas publicaciones sobre temas relacionados a género y políticas públicas.

Las suspensiones electorales ponen en riesgo la “normalización” de las extensiones de mandatos sin la participación ciudadana electoral, señala Lilian Soto, especialista en políticas públicas y género. “La permanente tensión entre el sistema democrático y los autoritarismos y estas extensiones no autorizadas por el mandato popular pueden poner en peligro nuestros frágiles sistemas democráticos”, sostiene.

Lilian Soto reflexiona sobre las suspensiones electorales en la región causada por el covid-19, afirmando que “son inevitables porque los procesos electorales, tal como los conocíamos antes de la pandemia, tenían un anclaje muy importante en el contacto personal, tanto en las campañas electorales como en el momento mismo de la votación”, dice.

Agrega que “basta con recordar las concentraciones masivas, las visitas casa por casa o los momentos de las votaciones. Ante una pandemia como esta, continuar con ellos supone imprudencia, a lo cual hay que sumar las medidas de distanciamiento que tornaron prácticamente imposibles los

traslados de personas”. Para Soto, las suspensiones son ineludibles. “Pero, por otra parte, las prolongaciones de mandatos que conllevan las postergaciones de elecciones tienen riesgos en nuestro país y en la región, porque ya tenemos claridad de que estamos en una permanente tensión entre el sistema democrático y los autoritarismos y estas extensiones no autorizadas por el mandato popular pueden poner en peligro nuestros frágiles sistemas” refiere.

–¿Son oportunidades para las mujeres las listas abiertas en Paraguay?

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–Creo que, si está acompañada por otras medidas de impulso a las candidaturas de mujeres, su financiamiento y visibilidad, podría ser una oportunidad, sobre todo viendo la deficiente performance masculina en la representación política. Esto no significa que todas las mujeres harán mejor las cosas, y más allá de la justicia que implica su presencia en el poder político en igualdad, su ausencia histórica en este ámbito, y sus capacidades demostradas en gestión en diversas esferas de nuestro país y del mundo, pueden brindar a la ciudadanía alternativas de mejor calidad de la política. Basta con mirar lo que sucede hoy en el Congreso Nacional, mientras hay una mujer que perdió su investidura por mentir en un viaje y no cumplir cuarentena, hay cuatro senadores que perdieron su investidura, la mayoría por casos de corrupción y tres diputados estuvieron a punto, si bien fueron salvados, aunque uno de ellos esté en prisión. Así que sí, creo que, si hay suficiente visibilidad de las mujeres, de sus competencias, formación y trayectorias, la apertura de listas puede ser una oportunidad.

–¿Cuáles son los principales obstáculos para que las mujeres lleguen a espacios de decisión?

–Son varios, pero creo que dos son centrales: la cultura machista y patriarcal y la división sexual del trabajo. El patriarcado y el machismo siguen colocando en el imaginario colectivo la idea de que las mujeres son menos aptas para la política y que su lugar está en la casa y no en el espacio público. Y ese es un obstáculo medular y difícil. Porque de esa cultura se aprovechan en los partidos políticos para no promocionar a las mujeres e impulsar sus candidaturas, y además para someterlas a múltiples formas de violencia que, en vez de acercarlas, las alejan de la política.

–¿Cómo influye la división sexual del trabajo?

–En tanto, la división sexual del trabajo coloca sobre las mujeres responsabilidades que las sobreexigen; mientras su acceso al trabajo remunerado es cada vez más imperioso por las necesidades de la cotidianidad, cuando se trata del trabajo no remunerado y de cuidados, las mujeres cargan con la mayor parte, en nombre de supuestas abnegaciones y sacrificios atribuidos a las mujeres solo por el hecho de serlo. Y con tanto trabajo no pago, por supuesto que es más difícil la participación política. Hay mucho que transformar en mentalidades y estructuras para que las mujeres puedan ejercer plenamente su derecho a la participación política y brindar así miradas y acciones necesarias desde el poder político, hoy ausentes porque las mujeres no están.

–¿Cuáles son los principales riesgos de estas suspensiones electorales?

–El primer riesgo es la “normalización” de las extensiones de mandatos sin la participación ciudadana electoral, y los países que pasamos por dictaduras conocemos muy bien la suerte de aferramiento al poder de quienes deberían entender que su presencia en la representación política es exclusivamente coyuntural.

–¿Qué consecuencias enfrentamos?

–No complejizar esta situación de postergación de elecciones puede hacer que se caiga en la tentación de apelar a situaciones extraordinarias en circunstancias diversas, y con ello, permitir que existan mandatos eternizados, por llamarlos de forma benevolente.

–Sin embargo, conlleva otros riesgos.

Otro riesgo claro se vincula con los derechos humanos y la expansión de un pensamiento autoritario; esta mezcla de mandatos extendidos con una suerte de habilitación para medidas de control y represión justificadas para frenar la pandemia y las dificultades para la reacción ciudadana en términos de movilización, es una combinación explosiva para quienes son afines a los autoritarismos. Y un riesgo más es que se apure el uso de mecanismos que podrían brindar una salida a un impasse de estas características como el voto a distancia o virtual, que aunque sean mecanismos válidos aún no están, en mi opinión, suficientemente probados en cuanto a seguridad y otros aspectos.

Lilian Soto, política, feminista, especialista en políticas públicas y género. Es médica por la Universidad Nacional de Asunción, Máster en Administración Pública por la Universidad de Ohio, Estados Unidos y Diplomada en Presupuestos Público pro equidad de género y contra la pobreza en América Latina y el Caribe, por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) de México.