Las mujeres de los sectores populares como los Bañados de Asunción, lejos de adoptar una postura de brazos caídos, demostraron una vez más su gran capacidad de organización y solidaridad, acompañando a sus comunidades desde varios frentes de acción. “Ya son ampliamente conocidas las ollas populares y las redes de emprendimientos impulsadas por las mujeres, que lograron sostener sus economías familiares en los momentos críticos de la cuarentena. Ahora que lentamente las medidas de aislamiento social van cediendo, surge el desafío de sostener de manera autónoma las acciones colectivas, es decir, sin depender del oportunismo político, del asistencialismo estatal o de la cooperación internacional”, manifestó la socióloga Ana Galeano.
Uno de los efectos más dolorosos vinculados al aislamiento social es el recrudecimiento de la violencia doméstica, afectando principalmente a las mujeres, niños, niñas y adolescentes. En este sentido, desde la Casa de la Mujer del Bañado Tacumbú, se está construyendo de manera colectiva y autónoma una alternativa para abordar este flagelo.
“La Casa de la Mujer del Bañado Tacumbú nació para trabajar por un barrio sin violencia. Muchas de nuestras compañeras arrastran estas situaciones desde hace años y con la cuarentena estas se han profundizado. Si bien el Estado tiene servicios para el abordaje de la violencia, éstos no llegan al territorio, por eso vimos necesario construir nuestro espacio propio, una alternativa que ponga los pies en el barrio” afirmó Jazmín Martínez, coordinadora de La Casa de La Mujer.
Algunas voces de las mujeres en su proceso de sanar colectivamente
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“Distribuir lo que se puede. No es fácil la batalla de la vida. Tenemos pruebas que superar, decepciones, traiciones. A veces estoy mal, pero yo necesito sonreír. Sigo adelante sin dar importancia a lo que dejo atrás. La batalla de la vida. El legado que una puedo ir dejando. Generar impacto positivo en la vida de las personas y familias, ese es mi motivo para moverme”.
“Mujer es la palabra que me viene, protegiendo a niñas y niños que necesitan. A pesar de que no recibí cariño intento dar. Mi sueño es siempre dar. Pasé muchas cosas y cuando veo un niño o niña que necesita protección hago lo que puedo”.
“Mi copa rebosa. Rebosó la paciencia, la confianza, pero también la alegría porque estoy saliendo adelante con mis hijos. Superando obstáculos, barreras. Saber que estoy pasando todas las pruebas. Estoy luchando contra una enfermedad, tratando de concientizarme. Mi alegría de que sigo viva”.
“Esperanza para tener que comer. Me gusta mucho darle de comer a la gente. Para mi es lo máximo venir y compartir con mis compañeras. Da gusto cuando la gente te dice gracias. Hay muchos que no tienen para comer, por eso me quedo hasta las tres cocinando”.
Desde el mes de mayo, un grupo de mujeres están participando de un proceso comunitario para abordar la violencia de género desde el enfoque de salud mental,
con el acompañamiento del Colectivo “Prácticas y Terapia Narrativa-PY” compuesto por los profesionales Livia González, Tania Biedermann y Fabio Franco Pacuá.
“Formamos parte de este colectivo que tiene por objetivo acompañar emocionalmente a personas, grupos y comunidades. Actualmente acompañamos a las integrantes de la Casa de la Mujer del Bañado Tacumbú, a partir de la responsabilidad profesional que tenemos de retribuir el enorme valor que tiene el trabajo que realizan las mujeres del Bañado. Nos une a ellas la solidaridad, en el sentido de compartir esas éticas impulsadas por el derecho de las personas de vivir una vida sin violencia”, refirieron Livia González y Tania Biedermann.
