El terrorismo de Estado

Este artículo tiene 12 años de antigüedad
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Con valentía, la periodista Teresa Godoy abre el corazón para compartir un pasado doloroso en La generación dispersa, libro en el que narra su experiencia como víctima del terrorismo de Estado, tanto en la Argentina como en nuestro país.

“Tratando de encontrar explicación a lo inexplicable, me preguntaba continuamente si las acciones que habíamos realizado justificaron los asesinatos de mis compañeros de militancia, en algunos casos, simples trabajadores para sobrevivir. Siempre mi respuesta fue NO. Y ¿dónde estaba la fortaleza de esa increíble superestructura del poder que sería el Estado si la ponían en jaque tan humildes personas? ¿Cómo podría justificarse que por pretender un cambio social, mejorar la calidad de sus vidas y las de sus familias y carenciados vecinos, los sacaran a golpes, patadas y torturas de sus humildísimas (por no decir miserables) viviendas, en medio del terror que generaban en las parejas, hijos, padres, hermanos y demás familiares?”, escribe Teresa Godoy, entre las tantas preguntas que realiza mientras narra los acontecimientos que marcaron su vida.

–¿Qué te motivó a remover el pasado?

–La historia que narro en La generación dispersa nunca fue pasado para mí. Formé parte de un grupo de militantes peronistas paraguayos y argentinos en los años 70 en Barracas, zona sur de Buenos Aires. Allí, tras el golpe militar del 24 de marzo de 1976, una violenta represión afectó nuestras vidas para siempre. Algunos de mis compañeros fueron secuestrados, torturados, asesinados, exiliados y desaparecidos. Yo me convertí en exiliada en mi país de origen, el Paraguay, y aquí sobreviví también en medio del miedo y el terror de ser identificada en mi condición de exmilitante peronista por los represores de la dictadura estronista.

–Hurgando en los archivos, ¿qué fue lo que más te sorprendió encontrar?

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–Mi memoria fue mi archivo. El lector de La generación dispersa se sorprenderá conmigo de que el terror existía no solo en la capital porteña, sino también en todos los lugares en que fui viviendo, incluido el interior y Asunción. Ahora, tras mi reencuentro con algunos excompañeros de militancia, tras 36 años de separación, me sorprendió también que muchos de nosotros vivimos experiencias de sufrimientos similares.

—¿Creés que tu grupo tenía una visión inocente de la realidad en aquel entonces? Si bien tenían buenas intenciones, trabajaban por el bien común, ¿pensaron o se imaginaron que se venía algo tenebroso?

–No creo que hayamos tenido una visión inocente de nuestro accionar. Era para nosotros un compromiso serio y con gran responsabilidad ejercíamos nuestro accionar. Éramos militantes políticos de carne y hueso, y sufrimos aquellas consecuencias dolorosísimas e injustas por nuestra lucha en pos de un destino colectivo, como dice un sobreviviente de aquellos años en la contratapa de mi libro.

–Esa generación dispersa a la que te referís, ¿llegó a juntarse alguna vez?

–En 1976, la violencia de la represión de la dictadura militar argentina nos dispersó por el mundo. Como digo, mediante el asesinato, desapariciones y exilios. Algunos sobrevivimos y nos reencontramos el año pasado, a partir de enero de 2012, tras 36 años de aquellos hechos. Aún hoy, los nuevos contactos nos permiten renovados y maravillosos reencuentros.

–¿Cómo sobrevive hoy esta generación dispersa, alejada de la política o no?

–En La generación dispersa estamos algunos de los sobrevivientes y allí les damos nuestro testimonio. Algunos retomaron la militancia, otros no. Pero nadie reniega de la lucha que tuvimos, porque nosotros no fuimos mártires ni héroes que se inmolaron por una utopía. Fuimos militantes sociales de carne y hueso, lo reitero, y sufrimos las consecuencias por luchar por una sociedad mucho más justa para todos, tal como se testimonia en el libro.

–Tu visión del mundo es marcada por la experiencia del 76, ¿cómo cambió tu vida y la de tu generación?

–Desde mi militancia, mi vida cambió por completo y, seguro, de muchos de mi generación. En mi caso, creo que superé el individualismo, el materialismo con finalidad en sí mismo. Asumí una conciencia de clase, experimenté valores como el idealismo, la amistad, la solidaridad, tanto en lo personal como en lo social. Considero que fueron décadas de mucho idealismo de millones de jóvenes latinoamericanos.

–¿Pudiste superar la muerte de tus amigos militantes?

–No. Creo que son ausencias que nunca se superan. Por más de 36 años aún hoy lagrimeo cuando recuerdo en soledad a mis amigos ausentes paraguayos y argentinos. Algunas de esas amistades fueron y son irreemplazables, y siguen muy vigentes para mí. Tampoco quiero olvidarlos.

–¿Qué mensaje o legado querés dejar con este libro?

–Por 36 años nunca hablé públicamente ante la sociedad paraguaya y el mundo de nuestra historia, porque el dolor me superaba. Hoy, los reencuentros me dieron la fuerza para hacerlo. No tengo ningún mensaje ni legado porque siento que existieron millones de personas que sufrieron muchísimo más que yo y otras tantas perdieron sus vidas o están desaparecidas. A ellos les rindo tributo con La generación dispersa, que solo busca ser un testimonio como pincelada del terror que muchos vivimos hace muy pocas décadas en esta parte del mundo.

 

Sepa más  

La generación dispersa está editado por Servilibro. Los ejemplares están a la venta en el local de la editorial, que opera en la Plaza Uruguaya.

 

maponte@abc.com.py