La belleza del jacarandá

El paisaje del Paraguay comienza a teñirse de azul violeta por la belleza de las flores de los jacarandás que adornan sus calles. Uno de los mejores árboles que ofrece el mundo de la jardinería.

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En nuestro país existen muchas especies de jacarandás, explica el ingeniero agrónomo Germán González Salemma. “De acuerdo a las distintas especies, se adaptan mejor a un suelo que a otro y al clima también. El más típico es el Jacaranda mimosifolia, árbol de gran porte y frondosa copa, que puede apreciarse en las plazas, parques, jardines y veredas del mundo entero”.

Menciona otras variedades, como el Jacaranda micrantha, que se ve en las zonas de Alto Paraná, Itapúa, Paraguarí, Canindeyú y Guairá. “Tiene las hojas grandes y muy diferentes a las que se ven en Asunción”, aclara.

Jacaranda acutifolia, también crece en Alto Paraná, Central, Amambay, Concepción, Cordillera, Guairá y Presidente Hayes. 

Jacaranda mimosifolia es una planta enana que vive en los campos cerrados hacia Canindeyú, San Pedro y Caaguazú.

El ingeniero González Salemma explica que el jacarandá es un árbol que alcanza una altura entre 12 y 15 m, aproximadamente. “La floración se da en esta época del año y el color es un azul violeta muy lindo. Pertenece a la familia de los lapachos y es muy resistente a las condiciones urbanas, por lo que está recomendado para plantaciones alineadas”.

Sus raíces no son invasoras, por lo que cuando se presenta un periodo de escasez de agua, el árbol no se ve muy bien. Su copa no es uniforme, algunas veces en forma de una sombrilla, otras de manera piramidal, pero nunca densa. En general, forma una copa ovoide e irregular.

La estructura es de ramificación principal extendida. La copa, de forma natural, alcanza un diámetro entre 10 y 12 m, proyectando una sombra de mediana intensidad, una altura que llega entre 8 y 12 m, y una vida de más de 100 años.

Ahora bien. Sobre las flores, estas tienen de 4 a 5 cm, están agrupadas en panículas terminales erectas y son de color azul violeta. La flor es el arma letal para los ojos que miran. Tiene la corola con tubo muy retorcido y los cinco pétalos soldados. La floración se produce en la primavera, durante noviembre y, a veces, tiene una segunda floración más escasa en el verano.

El jacarandá está distribuido en Brasil, Bolivia, Paraguay, Uruguay y, también, en el nordeste argentino. En nuestro país se encuentra prácticamente en todo el territorio, en la zona oriental, mientras que en la zona occidental o Chaco va decreciendo su presencia, según se hace más seca o árida la zona. Crece en unas pocas regiones limítrofes del Chaco Boreal, como los cañones de Cerro León y bajadas cerca de Filadelfia.

En la ciudad de Buenos Aires, en el 2015, la legislatura designó árbol distintivo a la especie Jacaranda mimosifolia, el jacarandá o tarco. Se incorporó al paisaje porteño hacia fines del siglo XIX, en el arbolado de calles y plazas, formando parte de alineaciones en las avenidas San Juan y Callao, en la Plaza de Mayo, Plaza Italia, Plaza Seeber, El Rosedal, en la avenida Belgrano, entre otras.

Precisamente, la argentina Amalia Cereseto, ingeniera agrónoma, nacida en la ciudad de Tandil, 360 km al sur de Buenos Aires, y de visita por nuestro país, resaltó la belleza del jacarandá, durante un encuentro casual por nuestra ciudad. 

Es una admiradora de estos árboles. “Un poco por mi profesión y, otro poco, por la curiosidad por la naturaleza que mi padre supo despertar en mí y mis hermanos desde la infancia. Y no solo por los árboles, sino también por los pájaros”, comenta.

Cuenta que los jacarandás fueron plantados en las calles de Buenos Aires, gracias al paisajista Carlos Tays. “Se realizan en Buenos Aires unas emotivas ceremonias (hanami) debajo de estos árboles cuando florecen como agradecimiento a la naturaleza”, revela.

En su natal Tandil, las temperaturas son un poco más bajas y hay heladas en invierno, por lo que no es tan común encontrar jacarandás allí. “Aunque ‘gracias al calentamiento global’ ahora es más común encontrarlos por nuestras latitudes”, expresa irónicamente.

Comentando sobre su vuelo, dice que lejos de resultar una pesadilla entrar a la capital, como suele ocurrir por el gran tráfico, “al acercarnos –con su marido– a la avenida 9 de Julio, desde el sur de la autopista se eleva unos cuantos metros y desde allí pudimos disfrutar de la vista de la larga hilera de flores de color azul intenso que a ambos lados delimitan dicha avenida. No solo la vimos desde lo alto, sino que la recorrimos de punta a punta porque ese era justamente el trayecto hacia el aeroparque”. 

Agrega que, aprovechando su visita, recorrerá las calles de esta ciudad y disfrutará de estos hermosos árboles.

ndure@abc.com.py

Fotos: ABC Color/Javier Cristaldo.

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