Policía Nacional

Feroces delincuentes y abnegados ejecutores de la ley están representados en el Museo Histórico Policial, creado en 1978.

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El acervo reúne lotes de cuchillos, machetes y armas que exponen la peligrosidad del trabajo de los uniformados en su misión de garantizar el orden y la paz pública. Y una galería de mártires rinde tributo a aquellos hombres que perdieron la vida en cumplimiento del deber.Representados por maniquíes, Gastón Gadín, el célebre parricida de Villa Morra, y su cómplice Cipriano León recuerdan uno de los trágicos sucesos delictivos que conmocionó a la sociedad paraguaya. A consecuencia, el protagonista del crimen ocurrido a las 23 horas del lunes 26 de julio de 1915 fue castigado con el fusilamiento, que se materializó el 1 de diciembre de 1917. Fue, según las estadísticas, el último caso de pena de muerte registrado en el país en tiempos de paz.

Cuatro salas, dos grandes y dos pequeñas, distribuyen el acervo del Museo Histórico Policial Mártires de la Policía. Uno de los amplios espacios expone objetos y memorias de la delincuencia. En un gran exhibidor que reúne una frondosa colección de rifles y fusiles incautados en procedimientos represivos, se puede observar el cráneo de Gastón Gadín, desenterrado del cementerio del Mangrullo (actual Parque Carlos Antonio López), en tiempos de su traslado a la Recoleta. En las paredes se aprecian series de machetes y cuchillos utilizados por los marginales para cometer robos, asaltos o asesinatos. Llaman la atención las armas de fabricación casera: bazucas empleadas en el atentado que costó la vida, en setiembre de 1980, al general nicaragüense Anastasio Somoza Debayle, exiliado en Asunción. Otro maniquí ilustra la tétrica figura de Amancio Legal, el más feroz y despiadado asesino que lidera las estadísticas criminales del país, con 28 homicidios. En su cintura conserva el puñal con que destripó a sus víctimas. Algunos elementos como marcas falsas de ganado, lazos, linternas y machetillos requisados en procedimientos o patrullajes sacan a relucir la lucha contra el abigeato.

Un poco más al fondo, en un espacio reducido, está escenificado el acto del suicidio, y en un estante pequeño conmueve un feto en formol que representa la cruda realidad del aborto.

En el segundo salón, situado en la parte frontal del edificio, se guardan los aparatos de comunicaciones policiales y de identificación de personas, así como piezas de dactiloscopia. Hay una centralita a clavija, teléfonos antiguos, equipos de radiotransmisores y computadoras en desuso. También algunos elementos empleados para el funcionamiento de ZP 42 La Voz de la Policía.

El pasillo central que sirve de acceso a las salas es aprovechado para ubicar muestras de los variados uniformes vestidos por los cadetes en su proceso de formación, diferentes cascos de las distintas agrupaciones (Bomberos, Motorizada, Tránsito) y los cuerpos embalsamados de los perros Canuto y Camila, pioneros de la Brigada de Canes. Una vitrina en la pared contiene elementos relacionados con las drogas y sus efectos: variedades de estupefacientes, pipas caseras para fumar marihuana, jeringas y materiales del mundo de los narcóticos.

En la cuarta sala, la mayor, se rinde tributo a los oficiales y suboficiales caídos en enfrentamientos con delincuentes o que perdieron la vida en cumplimiento del deber. Una iluminada galería de retratos identifica la larga lista de mártires de la Policía y enaltece sus memorias, en perpetuo homenaje.

En el mismo espacio se presenta una colección de cuadros fotográficos que permiten echarle una mirada a los uniformes y equipos con que contaban los policías en décadas pasadas. Se los ve a caballo, sobre bicicletas o motos, como una secuencia de evolución profesional.

Está también la trompeta que utilizaba José Asunción Flores en su época de integrante de la Banda de Músicos de la Policía de la Capital. De niño, el célebre creador de la guarania se formó con los maestros Nicolino Pellegrini y Salvador Déntice, instructores extranjeros contratados por la institución uniformada.

Una vieja moto BMW, pintada en color rojo, testimonia los ruidosos tiempos en que los efectivos de la Policía Motorizada hacían sus rondas en dos ruedas. Y los florinetes y pectorales devuelven a la memoria la olvidada práctica de esgrima, que se daba en el Colegio de Policía (hoy Academia Nacional de Policía).

Una enorme pintura firmada por Pablo Alborno recuerda la figura gallarda del General José Eduvigis Díaz, jefe de Policía en el año 1864. El lienzo con ciertos deterioros requiere de trabajos de restauración. Se ve una rotura importante que podría perjudicar la obra.

Un busto del Mariscal Francisco Solano López sobresale entre varias estatuas pequeñitas que han sido obsequiadas por instituciones policiales de otros países.

El Museo Histórico Policial fue creado en 1978 por iniciativa del fallecido comisario general José León Hermosa Cámpora. Se habilitó inicialmente en el local social del Círculo de Jefes y Oficiales Retirados de la Policía, en Cerro Corá casi Brasil. Tras el golpe de Estado de 1989, se realizaron modificaciones en el organigrama de la Policía de la Capital y el acervo fue trasladado en un espacio cedido por la Academia Nacional de Policía, con asiento en Luque. En 1994 se refundó con el nombre de Mártires de la Policía y, a fines del año siguiente, a petición del fundador, volvió a cambiar de lugar y se habilitó en la planta alta del Departamento de Identificaciones, en el barrio Villa Aurelia de Asunción. Finalmente, con la creación de la División de Cultura, en el año 2001, regresó a su sitio original donde también funciona la emisora radial de la Policía.  

Acceso libre

El Museo Histórico Policial Mártires de la Policía se ubica en la calle Cerro Corá 1076 casi Brasil. Recibe visitantes de lunes a viernes, de 7:00 a 18:00, en horario corrido. Los sábados por las mañanas, de 7:00 a 11:00. El acceso es libre y gratuito para todo público.

Alumnos de escuelas y colegios, así como museólogos e investigadores, frecuentan el espacio cultural que representa la historia de una de las instituciones más antiguas del Paraguay.

Marzo de 1843

La Policía paraguaya fue creada el 8 de marzo de 1843 por Don Carlos Antonio López. Se designó a Pedro Nolasco Fernández como primer Jefe Político Interino. El decreto de creación establecía en su artículo tercero que "la Jefatura de Policía tendrá por ahora la dotación de sesenta policianos armados de tercerola y sable; usarán del caballo cuando lo exigiese el servicio de su ramo".

Entre sus funciones figuraba que los comisarios de La Encarnación y San Roque "asistirán diariamente a los mercados de las plazas de sus respectivos distritos con dos policianos armados y cuidarán no solo el buen orden de los mercados, sino también de que las medidas y pesas no perjudiquen al público: que no haya falta de abastecedores; prohibirán las ventas de cosas pasadas o podridas y darán cuenta al Jefe Interino de Policía de lo que ocurriese notable".

Uno de los jefes históricos más emblemáticos fue el General José Eduvigis Díaz.

Malas condiciones

Evidente es el descuido del local, que presenta signos de humedad, muy perjudicial para la conservación de los objetos históricos. Los cuadros de antiguas fotografías se ven deteriorados por efecto del agua que sube por las paredes. La Comandancia de la Policía Nacional debe destinar recursos para mejorar el aspecto del museo que, sin duda, es una vitrina que representa memoria histórica y cultural de la noble institución de seguridad de la nación paraguaya.
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