Trascender la oscuridad

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Tras su paso por nuestro país, el elenco de Teatro Ciego de Buenos Aires ofreció las divergencias de un viaje distinto, invitando al público a una experiencia extrasensorial, llenando cada función y detonando el universo resonante en la extrema oscuridad.

Ingresamos a la sala puntualmente, luego de algunas indicaciones, para disfrutar enteramente el espectáculo. Si bien la oscuridad, la ausencia oculocéntrica, es determinante, queda claro que incluso los agorafóbicos aprovecharán el viaje a ciegas.

La compañía de Teatro Ciego de Buenos Aires trajo consigo una comedia con guiños desopilantes e introspectivos. Un manejo apropiado de la proyección de la voz y el espacio, conferidos en el afianzamiento de la técnica que manejan.

“La compañía surge a mediados de los 90 en Córdoba, Argentina, con la obra Caramelo de limón. Ahí se empieza a trabajar la oscuridad como medio para desarrollar el arte, el teatro”, refiere Facundo Bogarín, actor y director de la propuesta.

“Seguimos trabajando esta misma situación en La isla desierta, fijándonos en la adaptación del proceso actoral, ya que los integrantes debían poder moverse sin dificultad en el espacio a oscuras. Se determinó entonces que resultaba más sencillo trabajar con ciegos, por la misma costumbre de no ver. Así surgió el teatro ciego como tal, acompañado de una oferta laboral seria, concreta y profesional para personas ciegas”, remarca el artista.

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Si bien la dinámica inicial se enfocó en artistas con discapacidad visual, la brecha se amplió y los videntes actores también lo abordan. Tal es el caso de la intérprete Lola Stagnaro: “Tuve un proceso de adaptación en el que los chicos me enseñaron a moverme de cierta manera en la oscuridad, para protegerme el rostro por si nos chocábamos o para reconocer la espacialidad”, comenta sobre su experiencia.

“Hace tres años que hago esta y otras obras, y ha sido un proceso de adaptación en el cual aprendí a relajarme cuando se apagaban las luces, escuchar y confiar en mis compañeros por sobre todo. En el elenco hay otros actores que ven y la técnica la incorporamos incluso en la vida cotidiana”, subraya la también cantante.

Los colores de la técnica

“La técnica básica que todos deben aprender para trabajar en esto sería primeramente cuidarse, tener precaución y prevención de posibles accidentes entre compañeros y el público, ya que la oscuridad es un medio difícil, con un peso en el cual la gente puede sentirse incómoda o rara, teniendo mucho cuidado de no chocar, rozar o tocar”, explica Bogarín.

“Se tiene en cuenta el cuidado para trasladar al público a sus lugares, sin golpes, ayudar a sentarlo, respetar su cuerpo y si hay que tocar al espectador para indicar algo, solo en las manos y los hombros; el resto del cuerpo no, ya que todo es mucho más sensible sin luz, así como la susceptibilidad”, profundiza el artista.

Sinestesias hipersensoriales

Uno de los aspectos más destacables, desde el sonido, es la capacidad de aproximación sin traspasar las barreras mencionadas. “Está permitido trasladar al auditorio al mundo propuesto en la obra. Manejarte con personas en la oscuridad es todo un desafío y requiere el máximo respeto. Todo lo que no los afecte logrará que viajen a donde queremos”, acota el actor Jonathan Jusid.

“Se trabaja mucho en lo sensorial, prestando atención en cómo lograr que alguien, por medio de un aroma, gusto o sonido, regrese a su infancia, por ejemplo, siendo efectivos, no excesivos en lo que necesitamos recrear”, enfatiza el profesional.

Espacialidad concreta

Al tratarse de un elenco itinerante, un planteamiento sensato recae en el lugar físico de la puesta y el tiempo en incorporarlo. “El productor siempre trata de conseguirnos salas que se asemejen bastante a la que usamos para ensayar en Buenos Aires y cumplan requisitos mínimos para la movilidad, sin columnas, cuadrado y adaptable”, menciona Facundo al respecto.

“Al ser el elenco de giras, trabajamos siempre en distintos lugares. Estamos entrenados para adaptarnos a esto rápidamente. Al momento de ensayar vamos observando nuestro alrededor y los obstáculos, y Lola y Nico —los que ven— nos demarcan esos detalles, luego de una caminata de 20 min por el espacio”, indica el director.

Un show para el deleite

La esencia en sí del teatro ciego radica en la técnica. El abordaje de temas es vasto y no está supeditado a la denuncia social. “Se habla de teatro ciego porque la sala, y todo lo que ahí suceda, será en completa oscuridad. Ese es el concepto.

“El formato nos da la posibilidad de –al ser personas con discapacidad visual– trabajar en él. Es una alternativa teatral que permite a los actores compartir de igual a igual, sean ciegos o no, sin hacer hincapié en la condición”, sentencia Jonathan. “De las 10 obras que presentamos en Buenos Aires, pasamos por el drama, la comedia, todo un abanico de sensaciones, sin fijarnos desde la temática de las mismas en la inclusión. El abordaje lo deja implícito”, finaliza el artista.

Luego de esta experiencia en nuestro país, resulta importante remarcar la adecuación de las salas no solo para la dinámica ofrecida, sino para toda obra convencional.

Muy a pesar de los esfuerzos, el ruido externo era audible y en consonancia con la constante formación del inquieto público –que no puede desprenderse del apéndice de sus celulares–, la oferta cultural se vio nutrida en una semana particularmente llena de excelentes propuestas nacionales.

No siempre se necesitan los ojos para mirar. De ese modo, el teatro ciego y sus representantes refuerzan el desarrollo de la escena cultural regional, dando cátedra de profesionalismo y empatía con las prácticas artísticas locales, trascendiendo así a la oscuridad.

carlos.canete@abc.com.py

Fotos: ABC Color/Heber Carballo.