Durante el desarrollo de sus cursos en la Universidad de Ámsterdam, el profesor Bart van Heerikhuizen (2018) planteaba que en el entendimiento de la sociedad no bastaba, únicamente, con la lectura de los teóricos pertenecientes al campo sociólogo. Así, afirmaba la imperiosa necesidad de revisar las contribuciones elaboradas por los economistas, los historiadores, los politólogos y los autores provenientes de la literatura que, con alta conciencia y responsabilidad, escribieron magnas obras que analizaron las comunidades humanas.
Las novelas Un mundo feliz (Aldous Huxley, 1932), 1984 (George Orwell, 1949) y Fahrenheit 451 (Ray Bradbury, 1953) se han convertido en excelentes ejemplos de lo recién asentado. Estos escritos, en base a hechos ocurridos en el pasado y al avance tecnológico por los que tales intelectuales han atravesado, mostraron posibles escenarios distópicos en los que se podría llegar a terminar. Mediante diversas tramas, pensaron en un desenlace organizacional que se ha convertido en una pesadilla, muy lejos del sueño anhelado.
¿Qué es lo que verdaderamente nos hace dichosos? ¿A qué tenemos que renunciar para obtener los fines sociales propuestos? ¿Cuáles son los límites de las utopías imaginadas? ¿Cuándo la esperanza de muchos se convierte en la excusa de dominación de unos pocos?
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