En oportunidades educativas, “algunos más ‘iguales’ que otros”

En la célebre frase de Rebelión en la granja, Orwell exponía la situación que deriva del acaparamiento de las oportunidades por un pequeño grupo en el poder en detrimento de la mayoría. La concentración del poder genera desigualdades de facto, pero los que lo concentran necesitan hablar de igualdad para lograr su aceptación social.

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En Paraguay, la concentración del poder se expresa visiblemente en la desigualdad social en diferentes ámbitos de la realidad y toca a la esfera educativa. El discurso de la igualdad de oportunidades busca sin éxito cobrar credibilidad en la población cuando la realidad muestra que las diferencias sociales inciden fuertemente, no solo en el desempeño educativo de los alumnos, sino en el empleo de las competencias obtenidas.

Las desigualdades en la educación son fundamentalmente de tres tipos: en el acceso, en el desempeño y en la conclusión. El acceso implica ingresar al sistema educativo, permanecer en él y completar todo el plan de estudio previsto desde la educación escolar básica hasta la educación superior. El desempeño implica el desarrollo de las competencias establecidas para los diferentes niveles del plan de estudio y según las sucesivas orientaciones en los niveles más altos. La conclusión trata de la conexión entre la formación académica y el mundo profesional, civil y social. Cada una de estas dimensiones es atravesada por la desigualdad y esta afecta con mayor o menor fuerza a los diferentes grupos de la sociedad.

Para las familias de origen rural, por ejemplo, cuyos jefes de hogar se dedican a la agricultura, o bien para las familias de residencia urbana cuyos jefes son trabajadores no calificados, sus oportunidades educativas se limitan al acceso a un establecimiento educativo local. Los hijos de estas familias no cuentan con los medios necesarios para que el acceso se traduzca en permanencia en el sistema educativo, en un adecuado desempeño académico y en la adquisición de las competencias que les aseguren un ingreso adecuado en el mundo adulto.

Estos medios, tales como una alimentación adecuada, una infraestructura escolar confortable, la disponibilidad de útiles y materiales de trabajo, adecuados medios de transporte, el acompañamiento de los padres en el proceso educativo, entre otros, hacen que la oportunidad de acceso se convierta en otro tipo de oportunidad; transforma un primer nivel de oportunidad en uno superior. El buen desempeño de los alumnos en el sistema depende de estos medios, de lo contrario el mero ingreso a un establecimiento no garantiza una educación de calidad.

Queda claro, si tomamos en cuenta la sociedad paraguaya, que todos estos medios están reservados a sectores sociales muy restringidos, que disponen de recursos económicos y sociales para favorecer a sus hijos en el acceso a una educación de élite, en establecimientos privados y de alto costo.

Existen factores relacionados con la calidad de la educación, como la capacidad docente, el compromiso de la comunidad con el proceso educativo, una relación estrecha entre los contenidos educativos y la realidad social, entre otros, que convierten el acceso y el desempeño académico en oportunidades reales a la conclusión del proceso educativo. La calidad permite que el acceso y el desempeño educativo se conviertan en oportunidades sociales para los alumnos que egresan del sistema.

Dado que de antemano estas oportunidades están distribuidas con excesiva desigualdad, podría preverse también con suficiente antelación qué sectores sociales dispondrán de las oportunidades de aprendizaje sustantivo, de formación competente e inserción profesional efectiva.

De este modo, dos indicadores de la desigualdad social son la distribución de las oportunidades educativas y la distribución de las oportunidades sociales. Y es que el análisis de la desigualdad no es un mero ejercicio abstracto o retórico, sino que establece los alcances y límites de la educación para contribuir a mejores condiciones de vida, así como para elevar la competitividad de la economía nacional.

Si a pesar del acceso generalizado al sistema educativo por parte de la población paraguaya, la distribución resulta desigual en términos de calidad y en términos de desempeño, las oportunidades sociales se diferenciarán según la pertenencia de origen a un sector u otro de la sociedad. Aquellos sectores que no disponen de los medios para que el desempeño académico sea adecuado, así como no disponen de una educación de calidad, se verán reducidos en sus posibilidades de aprender los contenidos de los planes de estudio, así como tendrán pocas chances de que su escolarización se traduzca en fuente de empleo, en el florecimiento de sus capacidades y sus potencialidades sociales y culturales.

La distribución desigual de las oportunidades educativas y sociales en Paraguay es, entonces, el signo de la concentración del poder. Y cuando constatamos que una enorme proporción de la población tiene vedado el acceso a una educación de calidad, quedando esta reservada prácticamente a las clases privilegiadas, podemos colegir que la desigualdad educativa es resultado de una organización social que favorece el acaparamiento de las oportunidades más que propiciar una sociedad democrática, entendida esta cuanto menos como una sociedad donde las oportunidades estén distribuidas igualitariamente, sin atender el origen social.

Ciertamente, la igualdad de oportunidades es apenas un punto de partida, no de llegada, en el camino a la democratización social, requiriéndose atender también en qué desembocan las oportunidades distribuidas. Este problema, denominado de la “desigualdad de resultados”, es el desafío que presenta para un orden económico liberal como el paraguayo, dada la necesidad de profundizar un régimen democrático bajo el principio de mayor y mejor acceso a educación de calidad para los sectores hoy excluidos. De este modo, la igualdad de oportunidades será verdaderamente igualdad para todos y todas, no un privilegio de algunos más iguales que otros.

Juntos por la Educación

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