La otra máquina del tiempo

En la parte final de este trabajo sobre las primeras obras literarias que desarrollaron el tema de un aparato que posibilita travesías a través del tiempo, se da una ojeada a lo que los científicos piensan del asunto.

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El disparador del presente comentario fue la confirmación referente a la existencia de una novela anterior a la de H.G.Wells "La máquina del tiempo", considerada hasta este siglo la pionera en el tema.Para H. G. Wells —nacido en 1866, cerca de Londres— en cambio, la vida tenía reservada la fortuna en el arte de escribir. A los 29 años conoció un fulminante éxito a raíz de la publicación de su novela La máquina del tiempo, y, como tal, fue consagrado y respetado. Abandonó su carrera de profesor de Ciencias para escribir obras literarias. Aunque enfermo, conoció la dicha de que público y crítica lo elogiaran permanentemente calificándolo de genio. La muerte lo halló (1946) en la casa que construyó frente al mar con el fin de dedicarse exclusivamente a crear.   

La máquina del tiempo fue traducida a varios idiomas y fue reeditada desde entonces hasta hoy, ininterrumpidamente.   

La nave inventada por el protagonista de su novela, tenía capacidad apenas para el conductor y, de hecho, este partió hacia las rutas del tiempo sin maleta ni herramientas. Destino: desconocido al momento de la partida; una vez que el conductor accionó la palanca de arranque, se dirigió al futuro. Borrándose paulatinamente del presente, se detendrá en el año 802.701.   

Punto de partida: el laboratorio de su inventor, en Richmond, sin testigos. Antes, la había presentado a siete de sus amigos con los que compartía una reunión semanal, los jueves. Al Viajero a través del Tiempo, inglés, adulto de mediana edad, muy respetado en su medio por su inteligencia y, sin dudas, por sus conocimientos, lo movía su interés científico: deseaba probar la eficacia de su invento, llevando a la práctica sus conocimientos y las conclusiones de sus investigaciones acerca del tiempo.   

La mayor diferencia

Como se ve, nada es semejante entre las novelas, salvo el tema del viaje a través del tiempo en un aparato fabricado ad hoc. La máxima diferencia se da en el tono de las obras. La de Wells es tan seria que raya lo solemne. El lector acompañará al Viajero, tan angustiado como el personaje por salir de ese extraño y decepcionante lugar que será el futuro de la humanidad si el presente no se compone.   

La novela de Gaspar y Rimbau, por otro lado, lleva al lector a un viaje delirante, no menos peligroso, pero pleno de gracia, provocando la risa sincera y sana; las dotes de comediante del autor están comprobadas. Hace gala de su oficio humorístico para crear escenas y situaciones cómicas; sus diálogos son harto chispeantes y el manejo de la narración, ágil y agradable.   

Por eso, celebramos de veras el rescate de El Anacronópete, cuya primera edición en inglés, según las noticias que nos llegan, se prepara en los EE. UU., donde la Wesleyan University Press la publicará en el 2012, con el título de The time ship (El barco del tiempo).   

La difusión de la obra de Gaspar y Rimbau, como la de toda obra valiosa, enriquece la tradición literaria sin disminuir la amplia influencia que la de Wells ha proyectado, desde su aparición hasta hoy, en la literatura universal.   
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